Optimismo forzoso
{mosimage}Todas las noticias económicas nos invitan a caer en un pesimismo profundo. Desgraciadamente, aún no se ve la luz al final del túnel, o mejor dicho, hay días que sí y otros muchos que no. Me siento perplejo subido en una montaña rusa que con las bajadas pronunciadas me corta la respiración y el final parece no llegar.
Es evidente que todo este entorno financiero influye en nuestro pensamiento individual, que provoca que cada día más personas tengan una actitud pesimista ante la situación que, sin duda, tiene consecuencias nefastas para la salud, e incluso, en los casos más dramáticos, para la propia vida. Curiosamente, la situación macroeconómica ha entrado en nuestras vidas y no tiene visos de salir.
Es indudable que los hechos no se pueden cambiar y poco podemos hacer a nivel particular para modificarlos. Pero alguna vez se han preguntado cómo puede ser que la misma situación sea percibida por dos personas de forma distinta. A una le agobia tremendamente y, en cambio, a otra le fortalece. En general, hay dos maneras de encarar una circunstancia: de una forma pesimista, que considera el infortunio como algo permanente pensando en sus consecuencias adversas, o de una forma optimista, que ve las contrariedades bajo un prisma menos amenazador. Haga un ejercicio, piense qué perfil tiene usted y cuáles son las causas. Es innegable, no podemos cambiar lo que nos ocurre, pero sí está en nuestras manos elegir cómo reaccionar ante ello.
Simplificando el proceso: los pensamientos que tenemos nos determinan nuestros sentimientos y éstos las acciones que llevamos a cabo. Sólo estas acciones traerán los resultados que queremos atraer. Al tener una actitud pesimista, que normalmente suele estar justificada, estamos perturbados, tristes, deprimidos y montados en una cólera que no nos deja actuar de manera constructiva y eficaz. El pesimismo influye en nuestros deseos e interviene en nuestro talento minimizándolo.
Ante tanto infortunio tenemos que mimar nuestra confianza, autoestima y no perder el tiempo en criticar, quejarse y dramatizar. Debemos aprender a interpretar la realidad económica con criterios racionales pensando qué puedo hacer para mejorarla. Ciertamente, no hay muchos motivos para ser optimista, por eso creo que hay que forzarse para serlo. Si no nos convertimos en Optimistas Forzados, los únicos perjudicados somos nosotros mismos ya que la montaña rusa sigue su ritmo. Es decir, independientemente de la interpretación de la realidad que nos viene condicionada por nuestras creencias, ideas y expectativas, tenemos que pensar con optimismo. Es difícil, sabemos que todo es cíclico, no sabemos cuánto durará, pero sí que cambiará.
La cuestión clave es si el optimismo se puede aprender o es una cualidad innata. En todo caso, se puede practicar, por ejemplo, no participando de conversaciones que van a arreglar el mundo o intentando encontrar una respuesta para cada problema, en vez de un problema para cada respuesta. También podemos usar técnicas de relajación, inteligencia emocional y apoyo psicológico. Todo ello nos debe permitir tener una actitud positiva para ser más feliz.
Como decía Pitágoras: “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”. Les invito a cambiar la visión y exigirse ser un Optimista Forzado.
Antonio Fdez Carracedo