La crisis personalizada
{mosimage}Tras el visionado de “5 metros cuadrados”, uno sale fundamentalmente con dos sensaciones: la primera pensando que Álex (Fernando Tejero) es un pobre infeliz que te da mucha pena y que bien podrías estar tú mismo en su pellejo; y la segunda, que ese sentimiento de impotencia que el personaje padece es el mismo que sentimos todos ante el panorama actual en el que estamos pagando las vilezas, despropósitos y desmesuras de otros que (tristemente) siguen con su tren de vida y tan felices. Sin embargo, la película no es, o no creo que quiera serlo, una radiografía de las causas que nos han llevado a la crisis y el estallido de la burbuja inmobiliaria. A Max Lemcke, director, parece interesarle más la cuestión personal, la historia de este hombre con una gran ilusión que ve cómo sus sueños se truncan y su vida da un giro bestial por culpa de un grupo de desalmados. Supongo que es por eso por lo que a algunos críticos la película les ha sabido a poco. Yo diría que es una opción válida como otra cualquiera y que no teniendo la profundidad de análisis de un “Inside job”, tampoco cae en la simplicidad de “Margin call” y el producto final es estimulante y atractivo.
Decía Max Lemcke que su película se podía definir por lo que no era y decía de ella: “No es una película de aventuras, aunque tiene momentos de acción, no es una película romántica, aunque habla de amor, y no es una comedia, aunque tiene muchas dosis de humor”. Totalmente de acuerdo, “5 metros cuadrados” es como un trozo de vida ficcionado y recortado para la ocasión, en ella hay un poco de todo pero no acaba de acomodarse en ningún género, como la vida misma. Se agradecen los dibujos de personajes que si bien podían haber sido algo más densos, su ligereza les proporciona un tono amable y sencillo que facilita su credibilidad y su empatía: entendemos tanto a nuestro protagonista (desubicado totalmente en casa de los futuros suegros) como a éstos, necesitados de recuperar su espacio y su dinero; nos creemos la pequeña guerra que inician contra el especulador, pero también entendemos que la abandonen cuando llegan las dificultades y el enemigo es mucho más poderoso. Y, sobre todo, se agradece que, a pesar de posicionarnos indefectiblemente del lado de Álex, en ningún momento se tienda a la resolución fácil del conflicto ni al happy end de otras producciones.
Contribuye al resultado final una planificación sencilla pero efectiva, de esas que pasan desapercibidas pero que muestran justamente lo que se ha de ver y lo hacen con un ritmo adecuado. Y fundamentalmente la película la sostiene un Fernando Tejero presente en la práctica totalidad de los planos que da a su personaje la vida y los giros precisos para no caer ni en el ridículo, ni en el exceso (no perderse la conversación con la chica de ventas en el piso piloto, toda una demostración actoral que hace que el personaje se eleve en humanidad, integridad e inteligencia). Los cinco metros cuadrados del título hacen referencia a la superficie de la terraza que tiene el piso que han comprado sobre plano y se convierte (sin necesidad de que se nos machaque) en la metáfora de ese sueño que no se va a cumplir y que es un sueño pequeño, casi ridículo, pero básico, esencial para emprender una vida. Desde luego, la película no es el documento definitivo sobre la crisis, ni es necesario que lo sea, pero sí un grito de desesperación en favor de todos aquellos que pagan las consecuencias de una gestión atroz en la que nunca tomaron parte y de la cual son (somos) víctimas. Una película muy recomendable para los que se han enriquecido con las miserias de otros, aunque no creo que estos gasten su dinero ni su tiempo en verla.
Fernando Lorza