Para ti

Para ti

{mosimage}Hoy es día 4 de enero del recién estrenado, para bien o para mal, año 2012. Hoy, ahora, estoy escribiendo mi columna mensual para “La Voz” y ustedes se preguntarán qué importancia tiene este dato para escribir sobre un tema concreto o inconcreto. Realmente, no es importante pero sí lo es para mí, y  ya les pido hoy que me disculpen, por anticipado, porque la trascendencia es en especial familiar.

Me explico: el día 4 de enero de hace ya un montón de años nació mi segunda hija, la cual me ha proporcionado tres de mis nueve nietos actuales (y espero que definitivos) porque en el momento presente no es nada fácil superar dificultades numeradas y una de ellas es que, además, hoy cumple bastantes años, aunque ya no recuerde exactamente cuántos. Pese a todo no importa saber el número exacto sino la calidad que ha soportado hasta ahora y quiero creer que, aunque no ha sido fácil, ni lo será, la calidad de su vida hasta ahora podría haber sido peor. Sin crisis, eso que hoy está de absurda moda, pero creo que con un número de frustraciones que giran en torno a la normalidad.  Y no pienso, ni quiero, significar que esa habilidad de algunos en gustarse sea una actitud esperanzadora ni agradable ni maravillosa,  pero  al menos no debería ser habitual pese al empeño de los demás; y con un repaso  de mi ya débil memoria creo que este no ha sido el caso. Una vez conocí un filósofo amateur que decía que las familias numerosas tenían más riesgo, en especial las que llevan el número dos en su matrícula. Primero, porque si es del mismo sexo que el número uno se desarrollan en una fábrica de envidias y rivalidades. Y si el número tres es de otro sexo el resultado de dicha circunstancia va a peor. Y este es el caso mío personal e intransferible. De momento y sin duda.

Pues bien, no estoy en absoluto frustrado por haber puesto mi matrícula  en este número dos con sus errores, sus defectos, sus virtudes, su brillante trabajo, y una, más o menos con las mismas dificultades de todos bien y agotadoramente resueltas. Pero en definitiva con éxito. A mí me hubiera gustado hacer lo que ella hace; no profesionalmente porque creo  que no lo hubiera hecho todo lo bien que los perfeccionistas, y ella lo es, nos gusta que salgan las cosas. Cuando uno (yo) hace un examen pienso que antes de que consiga el resultado oficial honestamente sabe, o debe saber casi con exactitud y sin error apreciable, cuál será la calificación que el susodicho examen habrá conseguido. Y esto debe pasar también en el examen de la vida normal aunque resulte dura y difícil la práctica de la rara virtud de la autoevaluación.

Por esto te digo ahora que no vas mal o al menos así lo  creo. No, tampoco te deseo buena suerte para tu futuro porque pienso que sólo necesitas no tenerla mala. Una cosa sí te recordaré: estás más o menos a la mitad de tu vida. Sigue por este camino y sé un poco egoísta y humilde para contigo; más o menos como hacen los demás para ellos mismos y trata todas las noches, cuando te acuestes, que puedas dormirte enseguida, es decir tener la conciencia (¡qué palabra más sorprendente en el mundo que vivimos!) muy tranquila aunque sea errónea. Y a veces sea difícil  superar putadas inconscientes e inesperadas. Creo que no necesitarás que vuelva a hablarte o mejor escribirte como hoy. Y si lo necesitas, dímelo. Yo intentaré serte útil para que tus noches no te creen problemas de ningún tipo aunque no sé si volveré a repetirlo. Hoy quien en realidad lo necesitaba de verdad era yo.  Lo siento por este rollo tan personal pero… ahí está… aunque no sé si oportuna o correctamente; no quisiera estar equivocado. Ahora, hoy

ASI ME LO PARECE                                                 
J.C.ALONSO DUAT