Cine hablando de cine

Cine hablando de cine

{mosimage}El cine, las películas, en bastantes ocasiones se convierten (o se pretenden convertir) en verdaderos cantos de amor; y no me refiero a las que cantan al dinero o las llamadas comedias románticas, que tanto abundan de unas  y de otras, sino aquellas que gritan en favor de ideales, valores, personas o causas, de esas que se posicionan a un lado de la balanza (generalmente desequilibrada al lado contrario) y elevan con más o menos fuerza gritos de apoyo a la vida, la igualdad, la literatura, el arte, el teatro, la cultura y (como no) al cine. La industria del cine ha venido dejando películas memorables que hablan del  séptimo arte y de su producción para ensalzarlo, corregirlo, venerarlo, criticarlo…, en fin, quererlo. De “La noche americana”  de Truffaut hasta “Postales desde el filo” pasando por el cine de Robert Altman, la lista puede ser muy larga. Las últimas: “The artist” y “La invención de Hugo”, curiosamente los dos films con más peso en la última edición de los óscares, ¿por qué será?.

“The artist” se vende como una película muda, pero no lo es, para nada, ya que es una cinta sonora en la que se habla muy poco (un par de frases al final) y en el que la banda sonora y los intertítulos han sustituido al diálogo. “The artist” es una película moderna, rodada en blanco, eso sí, pero con una planificación y un lenguaje totalmente actual, que juega la baza de parecer antigua para (supongo) diferenciarse de las otras y homenajear a un cine que mucha gente ya desconoce. Y lo consigue, al menos para quien esto escribe, porque es una cinta muy entretenida, diferente, que ha sabido crearse a sí misma y dotarse de personalidad propia a base de referencias a hace décadas y que juega con la nostalgia sin hacerse nostálgica. Una pieza que se disfruta y que nos recuerda que tenemos el cine que tenemos porque antes hubo uno mudo y en blanco y negro, quizás más sencillo, quizás más ingenuo, pero no menos valioso.

“La invención de Hugo”, por su parte, es toda una lección de cine, tanto a nivel de factura como documento histórico. La película guarda entre sus fotogramas los datos clave para entender el nacimiento del cine: la invención de los hermanos Lumière, la fascinación de Méliès por el invento, la utilización del cinematógrafo en sus trucos, sus pantomimas y  sus historias, las primeras películas que pueden considerarse como tales…, todo ello a través de la mirada de un niño, habitante clandestino de la estación de Montparnase, fascinado por un autómata y su misterio, que descubre, maravillado, el mundo casi olvidado de un Georges Méliès abatido y recluido.

La película, además, hace un exquisito uso del 3D y, por una vez, se puede decir que vale la pena el exceso de precio en la entrada. Scorsese no usa la técnica para acercar o arrojar cosas al espectador y sorprenderle, sino que le permite dotar a su película, a su historia, de una densidad impresionante donde cada objeto, cada enfoque y cada movimiento está milimetrado y resulta preciso, exacto. Y, como buen maestro, no se olvida ni del guión ni de los personajes. Una película deliciosa de ver, didáctica para aprender y hermosa para recordar. Los académicos USA no parecen pensar lo mismo, ¿qué le vamos a hacer?

Fernando Lorza