Exigen pero no dan ejemplo
{mosimage}Una de las primeras enseñanzas que uno aprende como padre es que si le exiges algo a tu hijo y no predicas con el ejemplo, casi con total seguridad tu vástago acabará dándote la espalda. Si plantas los pies sobre la mesa del comedor, cual Aznar en el rancho de George W. Bush, no puedes pedirle al mismo tiempo a tu hijo que adopte la postura correcta en la silla. Si los padres no somos escrupulosos con nuestra higiene bucal, ¿cómo vamos a convencer a nuestros hijos que se deben cepillar los dientes tres veces al día, sin excepciones?.
Este principio, el de la ejemplaridad, es el que no acostumbramos a ver en la vida política de este país. Sin ánimo de generalizar, me refiero a una parte de nuestra clase política; pero me parece lo suficientemente significativa como para que se resalten sus vergüenzas. Son casos que resultan especialmente sangrantes a día de hoy, con la que está cayendo ahí fuera para el resto de los mortales. Hace tiempo que los ciudadanos de a pie nos estamos adaptando a las terribles exigencias que los servidores públicos nos imponen para hacer frente a la crisis económica. Y sin embargo, algunos de ellos no hacen suyo el argumento del rigor presupuestario, o de un comportamiento público dominado por los valores éticos. A veces, da la impresión de que actúan al margen de los parámetros que nos controlan al resto de mortales, porque en el fondo son ellos los que crean y sustentan ese marco legal; y como dueños del “juguete” lo moldean a su antojo, en función de sus propios intereses personales.
Este mismo mes de marzo el Gobierno de España (PP) ha indultado a un ex alto cargo de Unió Democràtica de Catalunya y a un empresario, que en dos años –entre 1994 y 1995- se llevaron de la Generalitat 46.000 euros por elaborar unos informes falsos que no tenían ningún tipo de valor. Palabras vacías para simular que alguien debía cobrar por ese trabajo, esquilmando así las arcas públicas, la caja común de todos nuestros impuestos. La justicia los condenó a ambos en 2009 a cuatro años y medio de cárcel. Y ahora el Gobierno de Rajoy ha rebajado esas condenas a una simple multa de 3.650 € para cada uno de ellos. La maniobra provoca sonrojo, vergüenza e indignación. Pero no se engañen: solo nos los provoca a algunos.
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