Necesidad
{mosimage}Hoy necesito escribir. No me importa ni la hora, ni el día, ni el mes, ni nada. Sólo sé que es, ahora, cuando necesito escribir y metafóricamente hacer oír mi voz gracias a “La Voz”. Seguramente, suena raro este texto como suele ocurrir con todo cuanto escribo. Me han insinuado que debería expresarme de otra forma más familiar, más íntima, más nuestra pero no sé qué quieren decir con esto. Quiero pensar que no debo generalizar tanto y concretar un poco más los conceptos y estoy seguro que quien lo dice tiene razón; o al menos su razón, como yo, pero os prometo que intentaré complacer al prójimo. Pues soy capaz de satisfacer sus sugerencias, de coincidir en algunos conceptos, de sustituir el verbo ser por el verbo somos, de no caer en el equívoco de pensar que el mundo, la vida, incluso tú eras como yo te quería ver cuando en realidad era todo muy diferente. Hoy me he dado cuenta, tristemente, de esta situación. Con toda probabilidad tal vez sea esta la causa última por la que necesito escribir. Quizá me resulte más fácil decir cosas con la pluma en la mano que con las palabras en el aire. Cara a cara. Y por eso estoy escribiendo, ya en la primavera meteorológica, no por otra cosa fácilmente deducible después de todo este preámbulo.
Decía, dice, una vieja romántica y estrepitosamente cursi poesía cuyo texto suena raro como suele ocurrir con todo lo que escribo. Parece incluso que la haya escrito yo, pero no es cierto. Ahora mismo, no recuerdo el nombre de su conocido autor lo cual puede no ser otra cosa que una deferencia de mi amigo Alzheimer, pero no importa. Y dice así: ”Hoy la he visto y me ha mirado, hoy creo en Dios”. Pues bien, ni la he visto ni me ha mirado ni creo prácticamente en nada. Lo cierto, y también es poesía (hoy me dio por ahí) es que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir. Así son los amoríos puestos a se acabar y consumir”. Como decía Jorge Manrique. Y puestos a buscar una explicación al porqué de mi necesidad de escribir y a mi absurdo romanticismo puedo confirmar que “Las palabras son el aire y van al aire, las lágrimas son el agua y van al mar. Dime entonces ¿Cuándo el amor se olvida sabes tú adónde va?”.
Ni lo sé ni me importa porque para olvidar algo es preciso, antes que nada, conocerlo bien, saber de qué va el asunto y quizá mejor saber, conocer bien de qué no va. Demasiadas veces se aprende antes lo negativo que lo positivo de las cosas y es entonces, sólo entonces, cuando te das cuenta de que es muy duro olvidar lo que aún no es tuyo o simplemente no existe para ti, ni ha existido nunca. Pero es tarde; ya no existirá ni su música, ni su voz, ni el aire de los instrumentos de viento estallando en el universo y repitiendo: ¡no, no, no…! una y otra vez. Quizá sea por todo esto por lo que hoy, ahora, necesito escribir, como seguramente necesitó hacerlo hace más o menos veinte años un poeta madrileño pero con aire andaluz, José Mª Parreño, escribió un poema corto, pero magistral. No lo voy a reproducir aquí. No sé nada, absolutamente nada de él, pero estoy seguro de que en algún momento de su vida necesitó expresarlo sólo para aquélla persona que, algún día, tuvo también la predisposición de leerlo aunque sólo fuera para archivar el pasado o para forjar en su cerebro un nuevo futuro. En pocas palabras, eso no lo voy a hacer hoy pero quizá algún día lo reproduciré.
O así me lo parece
J.C.ALONSO DUAT