Nací en Cataluña hace 37 años. Hijo de un manchego y de una andaluza que también pusieron su granito de arena para levantar Cataluña. Trabajaron toda su vida, nunca dejaron de pagar ni un solo impuesto y educaron a sus tres hijos de tal manera que nos sentimos orgullosos de ser catalanes y, por supuesto, españoles. Sin fobias ni rencores.
Los independentistas no quieren a Cataluña más que yo y mis hermanos. Nadie va a hacer que renunciemos a nuestras raíces, a nuestra identidad, a nuestra lengua materna y a nuestros recuerdos. Nadie va a obligarnos a elegir entre España y Cataluña. Queremos a las dos por igual y también al pueblo en el que nos hemos criado, El Prat.
Aunque algunos llevan años haciendo lo posible y lo imposible para que nos sintamos catalanes de segunda categoría no lo han conseguido. En mi familia no tenemos complejos de inferioridad, ni renegamos de nuestra historia familiar y mucho menos convivimos con el rencor que algunos tienen la desdicha de sufrir. Mis hermanos y yo hemos estudiado y viajado lo suficiente para saber que sentirse español no es ser un “facha”. Esa monserga, que algunos borregos ignorantes se han creído, nos da más impulso para seguir combatiendo el corrosivo nacionalismo catalán excluyente que quiere llevarnos hacia la ruptura de nuestra sociedad.
Supongo que a algunos les molesta la bandera de España, el idioma español, los triunfos de nuestros deportistas o que mantengamos tantos lazos de unión con otros territorios de España. En mi familia no nos vamos a callar nunca. No vamos a renunciar a lo que con orgullo somos: catalanes y españoles. Eso sería un suicidio moral y una renuncia a tu propio ADN personal.
Escribo este artículo días antes de la celebración de las elecciones autonómicas. Sea cual sea el resultado, anticipo, que seguiré defendiendo sin complejos una Cataluña fuerte dentro de una España unida.
Antonio Gallego Burgos
Diputado del Partido Popular en el Congreso de los Diputados