No hay duda, en Francia (y algunos países francófonos como Canadá) se hace un cine sobre la familia y la educación que no se hace en ningún otro lugar del mundo. Tienen los franceses una habilidad especial para retratar personajes y definir sus relaciones en espacios tan concretos y universales como la casa y la escuela; y lo hacen con un tono preciso y una mirada bastante personal. Desde los “400 golpes” de Truffaut, hasta “La clase” de Laurent Cantent pasando por “Hoy empieza todo” de Tavernier o “Au revoir les enfants” de Louis Malle; o películas como “El primer día del resto de tu vida” de Bezançon, “Le Skylab” de Julie Delpy, “Mi hijo” de Martial Fougeron o “Le père de mes enfants” de Mia Hansen-Love son buenos ejemplos que demuestran una madurez y una capacidad de mirada y de análisis poco habitual en el resto de cinematografías.
“En la casa” de François Ozon, cineasta tan irregular como interesante, es el último título que se apunta a este tipo de cine. En la película se conjugan los dos elementos que hablábamos: la educación, de la mano de un profesor de literatura y su relación con un alumno que destaca considerablemente en su capacidad como narrador; y la familia, espacio donde el protagonista se introduce para escribir y buscar el hogar que no posee.
Ozon, como director francés que es, nos dibuja personajes y situaciones sin estridencias, con una naturalidad sólida y creíble, con ese tono tan propio del cine galo en el que, sin levantar la voz, se cuelan la ironía y el desencanto pero también, el cariño, el respeto e incluso la pasión.
Claude, el protagonista, escribe lo que ve y lo que desea ver en la casa de su amigo Rapha, un compañero que tiene (en principio) la familia deseada que él no posee; su narración arrastra a Germain, el profesor de literatura, hacia todo aquello que éste quiso ser y no pudo; y al espectador, la trama lo arrastra a un mundo en que la fabulación y la realidad terminan confundiéndose y en el que el poder de la narración, de la historia contada actúa como un poderoso imán.
Es “En la casa” una película de trazo firme pero delicado, de mirada exterior pero profunda, de personajes duros y un tanto inaccesibles pero creíbles y de fondo humano. Hay en ella, además, dos factores que me parecen decisivos para un resultado tan atractivo: el texto de Juan Mayorga en el que se basa la película (la obra teatral “El chico de la última fila”) se intuye intenso y fascinante y proporciona al film una base sólida en la que apoyarse; y en segundo lugar, el buen hacer de sus actores, encabezados por un joven Ernst Umbauer (excelente esa combinación de chico bueno, guapo, adolescente castigado por la vida y mirada malvada a lo Haneken de “Funny games); un fabuloso Fabrice Luchini que da cuerpo y alma a un profesor fracasado pero íntegro y sólido hasta su encuentro con Claude. Sin olvidar, claro está, a Kristine Scott Thomas en un personaje que podía haber sido pura caricatura fácil pero que se dibuja entrañabla e incluso pelín perversa; ni tampoco a Emmanuelle Seigner con esa encantadora madurez, reconocible objeto del deseo de nuestro adolescente.
A todo esto hay que sumar una Concha de oro en el último festival de San Sebastián donde logró aunar los criterios de jurado, crítica y público, casi nada.
Para terminar, y aún a riesgo de repetirme, vayan a verla en versión original, el trabajo de los actores bien se merece leer un poco.