La mayoría de personas piensa que, como dispone de poco dinero, no necesita dedicar tiempo a la gestión de éste y que esa preocupación pertenece a los más ricos. Nada más lejos de la realidad. No importa si se tiene poco o mucho, sino lo bien gestionado que está y que, además de dejar el homo economicus que llevamos dentro más satisfecho, nos garantiza un futuro más tranquilo o, por lo menos, más consciente que estamos haciendo las cosas bien dentro de nuestras posibilidades.
Durante mucho tiempo se delegaba la gestión del dinero a las entidades financieras pensando que éstas nos lo cuidarían y mirarían por nuestros intereses. Pero, siendo realistas, como en todo negocio, cada uno piensa primero en sí mismo y una opción que era buena en el pasado, posiblemente ahora ya no lo es y hay que cambiarla. Si a eso le añadimos que existe mucha competencia en el sector y han aparecido decenas de productos diferentes para adaptarse a las necesidades de los clientes, somos nosotros los que hemos de velar por optimizar los rendimientos del dinero teniendo una actitud proactiva de búsqueda de alternativas.
Cuando tenemos una cantidad de dinero en un banco es como si fuese una inversión. Se lo estamos dejando en depósito para que lo utilicen y le saquen un rendimiento, del que, evidentemente, queremos ser parte. Pero casi nunca es así porque no nos ocupamos, lo tenemos en una cuenta corriente y, aunque no lo necesitemos, está siempre disponible. En este caso, al no especificar cuándo lo sacaremos, perdemos todos; la entidad financiera no puede invertirlo a largo plazo por si se lo demandamos en breve y a nosotros nos darán un tipo de interés muy bajo. Nada como acercarse a la entidad financiera y negociar plazos, cantidades, productos, comisiones, condiciones y fiscalidad.
Por otro lado, si necesitamos dinero, tenemos varias opciones que van desde préstamos personales a préstamos hipotecarios y podemos acudir a buscarlos a bancos o a otro tipo de entidades financieras. Ahora bien, la diferencia de tipos de interés puede ser muy alta y las condiciones muy diferentes, por ejemplo, con las comisiones de cancelación. Hay que hacer bien los números y no dejarlo para el último momento. Pensemos que dependiendo de la opción escogida nuestra situación en vez de mejorar, se puede llegar a agravar. Lo mismo pasa con los seguros que todos tenemos y que nos cubren una necesidad básica. Es un producto curioso, porque se tienen pero nadie los quiere utilizar. Aunque sabemos los precios que nos cobran, pocos conocen su cobertura real hasta que lo necesitan.., y a veces ya es demasiado tarde.
Todos deberíamos hacer un ejercicio, por lo menos una vez al año, para saber cómo sacarle más rendimiento a nuestro dinero acercándonos a la entidad financiera y preguntando por diferentes opciones que nos pueden ofrecer. Sin duda, nos beneficiaremos.