Se abrió la puerta y apareció lo que había allí detrás. Y no había nada, ni nadie. Nada ni nadie que mereciera la pena describir. Un vacío, un hueco sin argumento. Sólo aire, por decir algo, soledad únicamente, la soledad de un vacío sin alma. Y quise ponerle música y salió un silencio, un profundo frío helado inmaterial, sólo esto.
Había que sentarse para pensar, exactamente lo contrario de lo que se suele escribir. ¡Siéntate! ¡Relaja! Intenta ser feliz porque la vida también te lo da, pero debes saber buscarlo. ¡Sólo cincuenta años! Sólo hace cincuenta años que no te veo y ahora no me preguntes por qué de repente te necesito. Sólo recuerdos aislados, aparentemente intrascendentes. Buena letra para una canción que estoy escuchando ahora mismo por televisión, tremendamente mala, con una letra absolutamente real, por encima de todo. Después de cincuenta años de desconocimiento y soledad. ¿O no? Hace cincuenta años yo tenía poco más de veinte y tú algo menos. ¡No nos conoceremos, seguro! No consigo recordar tu nombre ni tu físico. Y quiero recordarlos, señora maestra. Porque me han dicho que ahora eres maestra y yo un médico vulgar que suma aciertos y realmente, pocos, muy pocos fracasos. Casado con hijos (muchos) y nietos (un montón). Y tú, ¿en qué situación estás; cómo ha transcurrido todo este inmenso tiempo para ti; cómo fue tu vida; cómo es la vida en tu pueblecito que yo veo brevísimamente muy de tarde en tarde? Y quiero consolarme y al mismo tiempo lamentar que sea todo de lo más vulgar con buenos instantes. Pero, eso sí, intenta no compararles con ninguna cosa.
Tengo delante de mí una obra de teatro (creo que tú ya conoces que, al margen de la medicina, mi otra afición ha sido, es y probablemente será el teatro).Ya te contaré que he hecho de todo un poco. Cine, teatro, televisión, conferencias, escritos y mil cosas más. Esta obra de Víctor Ruiz Iriarte es un texto clásico que yo no he interpretado nunca pero que conozco bien y que la vi representada por un gran y poco afortunado actor, Carlos Casaravilla. La obra se titula “Juego de niños” y pienso que encaja bien con mi aventura contigo hace medio siglo. No sé lo que tú piensas pero me gustaría saberlo. Me gustaría hablar contigo de todo lo que no fue. De todo lo que no vivimos juntos ninguno de los dos. Quizás sea real y le vaya bien el título de la obra o quizá no. ¡Por favor, dímelo personalmente! Pero es ya tan tarde que necesito saberlo y quedarme tranquilo ¡pronto! Porque he abierto el baúl de los disfraces de mi mente y me quedé con dos cosas: Una es la fiesta del verano de un pueblecito próximo al tuyo, Rialp; y dos, tu imagen, con un vestido blanco (eso sí lo sé) en el balcón, junto a la carretera, de tu casa para decirme adiós el día de mi despedida. Te aseguro que mis mejillas estuvieron húmedas durante bastante tiempo. ¿¡Y tú!?
Porque a mí, aún ahora, así me lo parece.