Suicidio

Era amigo mío. Pero  no de verdad, sino por herencia. Su familia y mi familia eran viejos, antiguos, famosos, conocidos. Yo a él lo heredé aunque nunca sostuvimos ningún grado de intimidad. Sólo educación, más o menos compromiso pero siempre cordialidad, yo diría que incluso fidelidad. Un día se casó. Yo me casé y si nunca nos habíamos tratado demasiado, aún menos tras esta contingencia.

Un día vino a verme. Vino con su mujer, un poco mayorcita pero también de alta alcurnia. Vino muy simpático para hablar conmigo de una “curiosidad”. A él no le preocupaba demasiado, a ella sí; no tenían hijos ni esto figuraba en su programa de actos pero le sorprendía que sin hacer nada especial no se iniciara ningún embarazo. Como es natural, hablamos, cenamos y reímos.

Pasó lo que tenía que pasar; se hizo cuanto se tenía que hacer, sin hablar de lo infrecuente o imposible de toda esta aventura de hoy como la fecundación in vitro o similares. Pero ciertamente hizo cuanto estaba en sus manos sin llegar a excepcionales intentos de solución. Y él seguía leyendo, estudiando, paseando, viendo exposiciones o museos, teatro y alternándolo con conferencias, por decir algo. Hasta que un día me confirmó que al parecer su esposa estaba embarazada. Pero no era al parecer, ¡estaba realmente embarazada!

Debió de ser un niño tristón porque su padre no lo encajó, pensó que su mujer gastaba más tiempo en cuidados, afecto con el  nuevo hijo que con su marido. No lo soportó. Y sin apenas darse cuenta encontró, entre sus manos un frasco de barbitúricos. Se lo tomó entero. Muy pronto se dio cuenta de la tontería que había hecho. Llamó a sus padres, a sus hermanos, a sus compañeros, a su mujer, pidiendo alguna forma de socorro pero  no le hicieron caso. Todos consideraron que se trataba de una broma. Sólo uno, no sé quién, fue a verle a su casa. Ya era tarde y no se pudo reanimar. Su hijo quedó huérfano y su mujer sola.

Yo  no he leído en ninguna parte que este tipo de celos, ¡¡celos!! Justifiquen si se puede, la razón de ser de una muerte. Pero así fue. A mí ahora sólo lo veo como una absurda resolución y pienso que mi amigo también lo vio así  cuando ya era sólo una idiotez, pero demasiado tarde. Aunque todo esto se siente mucho, duele mucho, y durante mucho tiempo no se olvida. (De ti tampoco, Ramón). Aún estás ahí.

Así me lo parece