Hace unos días, un viaje en un tren de cercanías de Renfe acabó abruptamente en Gavà, después de haber subido en Castelldefels. Una mujer se encontró indispuesta y todos, absolutamente todos los ocupantes tuvimos que abandonar el tren para que los servicios sanitarios pudieran atender en su asiento a esa mujer. Este protocolo ya merece una reflexión, pero voy más allá. Pocos minutos después, pudimos proseguir nuestro viaje hasta Barcelona, subiendo a bordo de un tren que ya iba abigarrado de viajeros. Se pueden imaginar cómo completamos ese trayecto, en un clima agobiante de incomodidad y quejas. Al llegar a la estación de Paseo de Gracia, la masificación se trasladó al exiguo andén que hay en esa estación, que lleva más de un año en obras y que no tiene capacidad para absorber a tanto viajero a la espera de abandonar el interior de la estación. Algunos llegamos al límite de nuestra resistencia física para no caer a las vías y el tapón humano para acceder a las escaleras mecánicas me recordó a alguna escena dantesca de una tragedia reciente.
Después del agobio y el miedo, dejamos atrás el colapso y alcanzamos el punto de salida, el lugar donde se encuentran los tornos que permiten acceder al exterior. Y ahí es donde los trabajadores de Renfe se dedican a cumplir escrupulosamente con su trabajo, que es… ¡controlar que todos llevemos nuestro billete en regla!. Al ver que su único afán es certificar que los viajeros pagan el importe de su billete, me indigno y protesto ante uno de esos empleados. “En lugar de estar aquí, fiscalizando si pagamos o no, podríais estar ahí abajo, en los andenes, organizando una salida escalonada de la estación; porque ahí tenéis montado un pequeño Madrid Arena”. La respuesta del empleado no puede ser más desesperanzadora: “Sabemos el problema que hay y tienes toda la razón, pero ¿sabes qué nos dicen los de arriba, los que mandan? Que ni se nos ocurra bajar a los andenes, que ni miremos”.
O sea, que hasta que no haya una tragedia en una de esas aglomeraciones, en la dirección de Renfe nadie tiene previsto hacer frente a esas incidencias. No importa el servicio que ofrezcan. A los que mandan lo único que les importa es que paguemos. Solo miran los números que arroja el balance contable. A las personas solo nos prestarán atención cuando salgamos en las páginas de sucesos. Es triste pero es real.
Twitter: @goyobenitez