Hay iniciativas que se han tomado en algún partido en Catalunya y el resto de España que han acabado imponiéndose en todos o casi todos los demás.
Cuando el partido socialista, a principios de los ochenta, inició la cuota de presencia de mujeres en las listas, muchos lo criticaron, pero fue el inicio de un proceso que, de una manera u otra, adoptó paulatinamente toda formación política hasta llegar a una ley aprobada en las Cortes. Hoy es una práctica extendida por multitud de países.
Las primarias no son un invento español, los norteamericanos llevan muchísimos años celebrándolas, pero sí que volvieron a ser los socialistas españoles los que las pusieron en práctica en Europa por primera vez.
Ahora, esta manera de elegir candidatos está tomando un auge interesante. Normalmente, son los aparatos de los partidos los que proponen a los candidatos o candidatas considerados idóneos para ocupar un puesto, ello dificulta la posibilidad de que otras personas, de igual o mayor valía puedan acceder al puesto en cuestión.
Las primarias permiten, por un lado, que se puedan presentar todos aquellos que consigan un mínimo de avales, en el caso de Barcelona, y de nuevo el partido socialista, (perdonen la redundancia, pero es el único que las practica) seis candidatos, y por otro lado, permite a la ciudadania, sin necesidad de estar afiliada a un partido, ejercer el derecho al voto por aquel o aquella que considera idóneo.
Las primarias no son la panacea, que no debe de existir, pero son un proceso ilusionante de participación que acabará imponiéndose si queremos que los ciudadanos puedan sentirse más próximos al ejecicio de lo público.
Recibamos, pues, con contenido optimismo esta nueva manera de hacer política, aunque deba complementarse con una alta participación ciudadana; si no, de nada servirán.