El oficio de maestro

En Italia hay un maestro jubilado, que se llama Antonio La Cava. Después de más de cuarenta años de enseñanza, decidió que todavía podía hacer algo más para difundir el amor por la lectura entre los niños de todo el país. Así que, en el momento de su jubilación, en 2003, compró un motocarro de segunda mano, lo tuneó debidamente, instaló una biblioteca portátil con capacidad para setecientos libros y desde entonces viaja por Italia esparciendo la semilla del amor por la literatura a bordo de su “Bibliomotocarro”.
Noticias tan deliciosas como la de este viejo y entrañable profesor son las que me inocularon desde bien pequeño la pasión por el periodismo. ¡Qué historia tan maravillosa para ser contada! Y qué filón para un guion cinematográfico. Cada semana Antonio va de aldea en aldea, por la región de Basilicata, en el sur de Italia donde vive. El sonido de un órgano anuncia su llegada, cual afilador, pero en lugar de hojas de navajas que brillen al sol, en sus manos solo relucen las tapas de un libro. Al oír la canción, los niños acuden entusiasmados para entregarse a la master class de Don Antonio. Las clases del profesor itinerante sólo tienen un único punto en su programa de estudios: que cada niño elija un libro, el que prefiera, y que lo devore hasta su vuelta al pueblo.
Cada mes él se compromete a volver con su motocarro, decorado como una casita de cuento, con su techo de tejas rojas y hasta su chimenea. La ilusión desbordante que genera don Antonio, con este particular Giro de Italia literario, es esa semilla que cae sobre la tierra húmeda y que con el tiempo acabará dando sus frutos. Los chavales a los que ahora introduce en el amor por la literatura nos retrotrae a todos y cada uno de nosotros a la figura de aquel profesor que nos marcó, para bien, en nuestra infancia. En estos tiempos que corren, donde la figura del maestro/a está tan denostada, esos profesionales de la educación se merecen nuestro reconocimiento. Un homenaje colectivo necesario, que no estaría de más que se tradujera en muestras diarias de apoyo y confianza. Si pueden hacerlo, háganlo. Al profesor, a la profesora de sus niños, díganle cuánto le agradecen y su trabajo. Y cuánto valoran su dedicación. Se lo merecen.