Este verano he descubierto una moneda local alternativa en el sudeste francés, el Eusko. Incluso la he llegado utilizar en algunos mercados locales.
El Eusko es un medio de pago que tiene un carácter solidario con la economía local. Físicamente, es como si fuese un cheque restaurante. Preguntando a los comerciantes, se lo están planteando como una alternativa al euro. Según ellos, la monedas locales hacen vivir un poco más la economía local y así se desarrolla más la región, la ecología, se promueve el empleo local y los productos de cercanía.
Claro que cuando se trata de dinero, de nuestro dinero, su tratamiento va más allá de una ideología. Han creado un organismo regulador que se llama la Moneta Euskal Herrikoa. Esta asociación ha generado una normativa con reglas claras y cuida que se cumplan. Sería como un banco central, aunque no tiene ese estatus jurídico. El Eusko cotiza frente al euro en uno a uno. Para facilitar el funcionamiento, han dividido el sistema entre proveedores y particulares. Los proveedores son personas jurídicas como comercios, empresas, artesanos, profesionales, productores e, incluso, autoridades locales. Todos los proveedores que quieran aceptar el Eusko para sus transacciones se han de unir a la asociación y son los únicos que se relacionan con ésta. En consecuencia, los particulares no pueden cambiar los Euros por Euskos. Los proveedores han de pagar una cuota que financia la emisión, reposición de los Eukos así como los controles de falsificación y del sistema informático que ayuda a la trazabilidad de toda la operación. Pensándolo bien, no es tan sencillo como parece.
Detrás de esa lógica monetaria existe una ideología de desarrollo local promovida por unos grupos locales, llamados euskalde, que tratan de popularizar el Eusko en su territorio para ello ampliar el número de proveedores. El proveedor de servicios debe integrar un mínimo de tres productos locales en su negocio, capacitar a los empleados en el euskera y facilitar la señalización bilingüe.
Como homo economicus, me asombra cómo están logrando establecer la confianza entre un emisor, no respaldado por un gobierno, y el usuario. Esa comunidad de seguridad es lo más difícil de instaurar. Además, es curioso como, en un mundo cada vez más globalizado, se crean estas demandas sociales buscando direccionar la economía hacia el desarrollo local.
Me ha sorprendido esta iniciativa financiera de creación de un sistema monetario paralelo con toda la complejidad que ello implica.