Hablar de cine y de verano parece que es fijarse en el último blockbuster que llega de Hollywood, en la comedia que se supone nos ha de refrescar del calor o en la última oferta de animación para que toda la familia disfrute de palomitas y refrescos. Sin embargo, a mí me parece que la película que mejor encaja en este verano es “Omar” de Hany Abu-Assad, y más que por razones cinematográficas por otras bastante más tristes, terribles y actuales.
En los informativos de todos estos días se mezclan con preocupante frecuencia las noticias de verano y playa con las de guerra, aniquilación y abusos de poder; y en estas últimas, el conflicto de Gaza parece llevarse la palma (sin desmerecer, por supuesto, a sirios, iraquíes y ucranianos). “Omar” resulta, pues, una película oportuna, que no oportunista, que nos adentra un poquito en ese conflicto palestino-israelí que se hace eterno y que se ha agravado en las últimas semanas ante la pasividad de un mundo occidental incapaz de, ni siquiera, paliar un poco los trágicos efectos de una devastación.
En “Omar” apenas se dispara y no se oyen ruidos de mortero, cohetes o tanques. La película se centra en una historia de amor (más bien de desamor) en la que el protagonista se ve atrapado, tanto física como emocionalmente, por una situación que no ofrece ningún tipo de salida o esperanza, un espacio dividido en dos bandos en el que no se concibe ni la neutralidad ni la zona media, en el que verdugos y víctimas se confunden o todos son un poco de cada cosa a la vez. “Omar” no indaga en los orígenes del conflicto, ni tampoco busca soluciones ni culpables; la película expone el modo de vida al que se ha llegado tras el muro, la persecución constante, la tortura y el desprecio al etiquetado como enemigo. El personaje protagonista que da título al film se ve una y otra vez acorralado, atrapado en un clima bélico y deshumanizado donde todo vale y se radicaliza no en nombre de una bandera o unos ideales, sino en busca de una salida personal ante todo un cúmulo de estructuras que le impiden realizar incluso el más sencillo de los sueños: estar con quien deseas.
Ves “Omar” e intuyes lo que hay o puede haber detrás de esos rostros anónimos que salen en los informativos de la tele, y parece que te acercas un poco más a su dolor y a su tragedia para comprender que el problema es dolorosamente profundo y que la solución no parece estar ni siquiera a la vista. No sé si es el cine que nos gusta ver en verano, pero sí sé que es cine necesario, de ese que nos recuerda lo que hay en otros lugares no tan privilegiados y que quizás nos ayude a comprender lo que pasa y, en un futuro que se desea cercano, a encontrar el final de la tragedia.
Para terminar y como datos de interés: Hany Abu-Assad dirigió anteriormente “Paradise Now”, una exploración sobre el fenómeno de los hombres-bomba en Palestina, y esta “Omar” ((cito textualmente la sinopsis) es una de las primeras producciones que nos llega de la incipiente industria cinematográfica palestina, todo el equipo es originario de Palestina y para la mayoría de ellos este es su primer contacto con el cine.