¿No les parece escrupulosamente democrático que el alcalde de una ciudad sea aquel que ha recibido mayor número de votos? ¿No les parece un fraude en toda regla que, después de unas elecciones, un batiburrillo de partidos minoritarios se unan para apartar al candidato más votado?
Las respuestas a esas dos preguntas son las que nos han llevado a proponer la elección directa de los alcaldes. Queremos impulsar un profundo debate con el resto de grupos políticos para lograr que en los pueblos y ciudades de España gobierne siempre la lista más votada si la distancia con el segundo es clara y apreciable, tal y como ocurre en otros países europeos.
La democracia es respetar la voluntad de la mayoría. La democracia no es poner al frente de las instituciones a un crisol de perdedores para gobernar contra el sentido mayoritario de un territorio. Esta propuesta, que iba en nuestro programa electoral de 2011, refuerza la legitimidad popular de los alcaldes y le otorga un plus de estabilidad a las instituciones locales.
No nos sorprende que el PSOE se oponga a esta propuesta radicalmente democrática después de que ellos mismos la propusieran en el Congreso de los Diputados en 1998, y la incluyeran en sus programas electorales para las municipales de 2003 y las generales de 2004.
El PSOE, que es un partido en vías de extinción, ya hace tiempo que se está planteando formar un nuevo “frente popular” en España. Quieren impulsar la unión de todos los partidos de izquierda y extrema izquierda para expulsar al Partido Popular de la vida política, aunque seamos la formación más votada. Esto me suena a un burdo trapicheo de despachos de políticos que no quieren respetar la voluntad mayoritaria de los electores.
La izquierda no puede dar lecciones de democracia y, a la vez, oponerse a cambios que garantizan la gobernabilidad de aquellos que tienen el apoyo mayoritario de los ciudadanos.