Definitivamente, los malos son mucho más cinematográficos que los buenos. Quizás sea por la infinidad de posibilidades que ofrece la maldad, frente al reducido número de variantes del bueno, sometido a estrictos códigos de conducta, defensor de valores importantes pero de registro limitado, poseedor de cualidades de baja posibilidad de sorpresa…, frente a un malo abierto a cualquier tipo de atrocidad, trampa, bellaquería, engaño, movimiento sucio o giro rastrero. El bueno es el protagonista pero el malo es mucho más creativo.
Viene esto a cuento de un par de películas que acabo de ver y que me han dejado un agradable sabor de boca, por razones bien diferentes.
La primera es “Flith. El sucio” de Jon S. Baird, una cinta sobre un poli totalmente pasado de rosca, tramposo y liante hasta la exasperación, adicto a cualquier sustancia, con una tormentosa vida sentimental y con algún que otro paseo escabroso por lo más bajo de la vida nocturna; todo un cuadro, vaya. Un personaje que tiene todos los boletos para ser el más odiado de la ciudad y con el que, sin embargo, acabas empatizando y hasta desearías el milagro del final feliz y redentor que sólo ocurre en las películas yanquis; afortunadamente esta es una producción del Reino Unido y está basada en la novela de Irvine Welsh, el mismo autor de “Trainspotting”, ya os podéis hacer una idea de por dónde van los tiros, aunque disparos hay más bien pocos. A la credibilidad y “encanto” del personaje contribuye notablemente la interpretación de James McAvoy, que construye un personaje a base de pequeños gestos, miradas y una variada exposición de poses y giros, de premio.
La segunda película, ideal para hablar de malos malísimos, es “Perdida” de David Fincher, una obra a la que vale la pena acercarse sin haber leído el libro de Gillian Flynn, que adapta, y con el mínimo de información posible; de hecho, lo mejor de la cinta son los giros que el guión hace en algunas ocasiones y que revitalizan la trama provocando una notable intriga. Tiene “Perdida” la figura del malvado clásico, calculador, despiadado, amoral, aparentemente indestructible, inteligente, maquiavélico…, un malvado de libro, vaya. No diré a quién me recuerda (sería prácticamente un spoiler) pero sí que ya lo hemos visto en otras ocasiones y que, una vez pasada la sorpresa, el asunto resulta bastante familiar. La película, eso sí, se merece un aplauso: Fincher hace una labor de adaptador hábil (hay que resumir, pasar a cine y conservar el gancho) con una dirección que apenas se nota pero que resulta altamente efectiva. Ben Affleck está muy en su papel y el personaje le queda perfecto; y Rosamun Pike consigue que nos olvidemos de la actriz y sólo veamos el personaje. Y lo mejor: el malo malísimo que casi se sale con la suya (en este lado del océano lo hubiese hecho, casi seguro).
Y para acabar, una película donde el malo es el sistema, la estructura social, el mal reparto de papeles, riquezas y necesidad. Se titula “Dos días, una noche”, está dirigida por los hermanos Dardene y nos habla de una mujer a punto de perder su empleo. Lo mejor, dejar bien claro que el poder económico (responsable de la crisis actual) ha conseguido pasar la pelota a los trabajadores, obligados a elegir entre cobrar menos o despedir al compañero (por ejemplo), ejecutando decisiones que no les corresponden y de las cuales no son responsables. Los Dardene lo hacen a pie de calle, siguiendo a su personaje a lo largo de un fin de semana, sin levantar la voz y con una suavidad poco usual en su cine, pero con una contundencia y una claridad que se agradecen en los tiempos que corren. Y no se olvidan de otros temas que la película puntúa aunque no entra de lleno en ellos: la violencia de género, el trabajo en negro, el apoyo a las energías renovables…, temas, como se ve, de plena actualidad. Y, además, Marion Cotillard, impecable en su retrato de mujer intentando salir de la depresión (multidepresión más bien).
En fin, en época de corrupciones, corruptelas, decepciones institucionales y ladrones de corbata, bien está un poco de maldad cinematográfica de calidad.