Maternidades

“Para educar a un niño
hace falta la tribu entera”
Proverbio africano

Me gusta utilizar algunas palabras en plural. Creo que de esa manera explican mejor la diversidad que muchas veces tienen determinados conceptos. Y para mí “maternidad”, así en singular, se me queda en un significado escaso, porque hay tantas maternidades como mujeres y como situaciones de esas mismas mujeres.
Ser madre debería ser una elección de la propia mujer, y, si tiene pareja, consensuada con ella. Pero está claro que no es así. Demasiadas son las presiones por serlo para unas y de no poder serlo, para otras.
Que la maternidad está penalizada en el mundo laboral es una realidad que muchas mujeres comprueban en su propias carnes cuando pasan un proceso de selección o una renovación de contrato. Y a pesar de esta penalización de hechos cotidianos laborales, nos chirrían sobremanera declaraciones como las de la presidenta del Círculo de Empresarios o el ofrecimiento por parte de Apple y Facebook a sus empleadas para que pospongan al máximo su maternidad. Quizás porque nos confirman en forma de “zas en toda la boca” las discriminaciones que seguimos padeciendo las mujeres.
A nivel familiar y también social, existe una presión contraria a la anterior, que se resume con un frase que me enerva cada vez que la escucho en mi entorno: “Se te pasa el arroz”.
Con todo esto se ha conseguido que, para muchas mujeres entre los 25 y los 40 años, la maternidad se acabe convirtiendo en una gran fuente de angustia vital. Decidir ser madre es una decisión sobre la que las presiones externas pueden pesar más que la propia decisión individual y del consenso con la pareja. Y lo peor es que, una vez tomada la decisión de ser madre, esa opresión asfixiante continúa porque hay que demostrar, si se trabaja fuera de casa, que eres a la vez una buena madre y una profesional diez; y si se ha optado por dedicarse exclusivamente a la maternidad, que no eres una oportunista que vives a costa de tu pareja.
Es evidente que ante la biología pocos pedazos podemos poner, y es un hecho incuestionable que la fertilidad de las mujeres disminuye progresivamente a partir de los 30 y desa-parece totalmente alrededor de los 50. Pero está claro que se pueden aportar soluciones con políticas y decisiones sociales que están ya ensayadas en otros países y que funcionan.
Si para educar a un niño hace falta la tribu entera, también para que las mujeres sean madres en las mejores condiciones físicas y psicológicas se necesita la complicidad total de la tribu.