Podemos con la tercera vía

Después del día 9-N, amaneció el 10-N, y no pasó nada. Ninguno de los malos augurios de unos ni las desmesuradas expectativas de los otros se cumplieron; porque todos sabían que nada se iba a romper por celebrar algo que lo único que pretendía ser era una manifestación pacífica, lúdica y participativa. Sin más. Ni España se iba a desmembrar como se ha demostrado, ni Catalunya iba a traspasar una dimensión extraterrestre de la noche a la mañana porque sí.

El hámster catalán sigue encerrado en ese artilugio giratorio, a modo de noria sin freno, que le permite correr sin descanso para llegar a ninguna parte. En nuestro país no hay un destino nítido para el común de los mortales, sencillamente porque las dos rutas propuestas, la soberanista y la unionista, no tienen una base sólida y realista. Ninguno de los actores principales parece dispuesto a ceder ante la presión de la parte contraria y, por tanto, a día de hoy se limitan a eso, a ejercer como meros actores. Mucha actuación en el escenario público y muy poco mensaje real cuando los focos se apagan y los líderes políticos se transforman en simples ciudadanos de a pie.

Ante tal situación de bloqueo institucional, que ya tiene su reflejo en una parálisis social al menos perceptible en Catalunya, ha surgido, cada vez con más fuerza, una auténtica alternativa política que toma el testigo de la tan denostada tercera vía, aquella opción de futuro que durante un tiempo nos ilusionó a unos cuantos. Finiquitadas las expectativas reales de partidos como el PSC y Unió Democràtica de Catalunya, la nueva formación emergente en toda España, Podemos, ofrece un programa renovador, ilusionante y con opciones de liderar un nuevo proyecto constituyente. Su propuesta se dirige a cambiar las bases profundas del sistema, con la ambición de construir un país bajo unos parámetros de justicia económica, social y política, acordes con la realidad que vivimos ahora, en 2014, cuatro décadas después de la transición. El mensaje de Podemos cala en España por el desencanto generalizado de la población con las opciones políticas tradicionales. Y el mensaje renovador de Podemos calará en Catalunya, porque sus líderes ya han manifestado su intención de plantearle a la sociedad catalana una oferta de “re-enamoramiento”. Ellos no quieren obligarnos a convivir bajo el mismo techo con nuestra pareja de toda la vida. Solo desean que sigamos en la misma casa si la pasión vuelve a presidir nuestra maltrecha relación.
A estas alturas, Podemos se me antoja como la única alternativa real capaz de liderar esa tercera vía que permita superar la ruptura afectiva que hay entre catalanes. Y no solo esa. También la ruptura afectiva que preside hoy en día la relación entre buena parte de la sociedad catalana y un segmento importante del resto de la sociedad española.