Hace dos meses os informé en esta misma columna, que el colectivo que presido “El Laberinto de Ariadna”, iba a recibir en nuestra tertulia al especialista en Neruda, Julio Gálvez Barraza, probablemente la persona que más sabe del poeta chileno, ya que venía a España a presentar su último libro: “Winnipeg. Testimonio de un exilio” Colección Biblioteca de Exilio. Editorial Renacimiento, Sevilla 2014.
Nuestras tertulias se desarrollan, a pesar de nuestra condición de castelldefelenses, en Barcelona. Los viernes, cada 15 días, nos reunimos en un emblemático edificio referente de la intelectualidad barcelonesa: el Ateneu Barcelonès, 5ª planta, en el Aula dels Escriptors, de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña (ACEC). El porqué nos reunimos en Barcelona y no en Castelldefels se debe a que a nuestra tertulia acuden personas de diversos puntos de Cataluña (Olesa de Montserrat, Mataró, Vilafranca del Penedés, Masnou…) y la junta decidió hacerlas en Barcelona por obvios motivos. Me facultaron para que yo buscara un lugar y a través de la ACEC (de la que soy socio desde hace muchos años) solicité dicha Aula, nos la concedieron y allí estamos desde hace ya 10 años. Para los miembros del colectivo es un honor y un placer poder compartir nuestro común interés por las letras en un espacio donde se oyeron las voces de grandes escritores e intelectuales catalanes.
La ACEC nació por iniciativa de los mismos autores frente a la necesidad de defender y promover sus derechos como creadores de cultura. La ACEC reúne en una misma asociación a autores que trabajan en distintos campos de las letras –escritores, traductores, recopiladores, críticos literarios– cualquiera que sea la lengua que utilicen, facilitando los canales para que sus asociados accedan a las ayudas y beneficios que pueden obtenerse de las instituciones públicas y de otros actores y ámbitos implicados de diversas maneras en la creación cultural.
En este lugar y auspiciado por el Ateneu, la ACEC y organizado por nosotros, iba a venir el 6 de septiembre Julio Gálvez. Pero los caminos de la burocracia son infinitos e inescrutables y Julio tuvo que retrasar su viaje. Debido a esa circunstancia y como quiera que tenemos lista de espera para venir a nuestra tertulia, ya fue imposible hacer el acto en el lugar previsto. Pero he aquí que nuestra entusiasta compañera Anna Benítez (apodada cariñosamente por nosotros “La Duende”) propuso realizar dicho encuentro en Badalona, en el lugar en que ella ha organizado con gran acierto, esta primavera, el ciclo poético Badasia: en el Rte. Sant Anastasi, puerto deportivo de Badalona.
En dicho acto tuvimos el privilegio de contar con la presencia de Verónica Aranda Ortega, que tras la conferencia leyó un sentido texto de Neruda. Verónica, que reside actualmente en Barcelona, es nieta del que fue ministro de relaciones exteriores de Chile Abrahán Ortega Agüayo durante la presidencia de Pedro Aguirre Cerda, en la época en que nuestros compatriotas llegaron a Valparaíso en el histórico viaje.
Todo un placer la conferencia y la gran oportunidad de hablar con Julio, durante el viaje de vuelta a Castelldefels, de nuestro poeta y su relación de amor que mantuvo con España. Hicimos nuestras las palabras de Poli Délano: “La relación de Pablo Neruda con España significó en su vida y en su poesía un factor de influencia definitiva. Enamorado de ese país desde que pisó su suelo, no dejó nunca de cantarle ni de lamentar la suerte que habría de caerle como maldición durante tantos años. Pero si bien España puede ser el país que más influyó en él, después de su propia patria, no constituyó en sí la determinante de los cambios que se produjeron en su poesía. Fueron más exactamente los hechos que le tocó vivir y presenciar en esa tierra, especialmente la Guerra Civil, uno de los acontecimientos más conmovedores del siglo XX”. Poli nos está introduciendo en lo que más tarde sería la odisea del Winnipeg, motivo de la presencia de nuestro amigo Julio.
“Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”, dijo Neruda cuando partió en viejo carguero francés con casi 2.500 exiliados españoles desde el puerto de Pauillac, cerca de Burdeos hasta el puerto chileno de Valparaíso.
El poeta trastocó la pesadilla en un salvoconducto hacia la vida.