Yo también me quiero independizar

En este otoño catalán, cargado de días históricos, uno tras otro, como los días sin IVA de los centros comerciales, anuncio solemnemente mi proclamación unilateral de independencia. Me declaro ciudadano independiente de un futuro Estado catalán, formado por personas que linchan, insultan y degradan públicamente a Quim Brugué, un jurista que ha renunciado a su condición de miembro de la junta electoral del 9-N por “falta de garantías democráticas”. También me declaro independiente de un futuro Estado catalán cuyos pilares construyó durante 23 años Jordi Pujol, un evasor fiscal que ante el Parlament amenazó a toda la clase política con aquello de “Ojo con este árbol. Que si se le arranca una rama, puede provocar una caída en cadena y al final pueden acabar con el árbol”.
Me declaro independiente de un Estado español que mantiene en su cargo a un personaje como el consejero de Sanidad de la comunidad de Madrid. Javier Rodríguez se llama el “bicho”, que considera que la auxiliar contagiada de ébola “igual es una mentirosa que nos engaña con su fiebre” y “que tan mal no estaría cuando, una vez contagiada, se fue a la peluquería”. También me largo de un país que mantiene a una incompetente como Ana Mato al frente del ministerio de Sanidad. Y de un país cuyo gobierno preside un lector empedernido del Marca como Mariano Rajoy que, teniendo una grave crisis sanitaria de ébola en el corazón de su país, sólo tiene como ocurrencia decir que “en Europa mis colegas me felicitan por lo bien que se están haciendo las cosas en España en la crisis del ébola”.
También me declaro independiente de un país que descubre que el principal líder sindical minero de los últimos 30 años ha evadido fiscalmente 1,4 millones de euros. Y de esa nación que tiene a un nuevo Kennedy llamado Pedro Sánchez, cuyos primeros pasos para transmitir ciertas dosis de regeneración política consisten en llamar en directo a un programa de TV que vive de explotar miserias humanas como “Sálvame” para anunciar no se sabe muy bien qué sobre los toros, para dos días después desmentirse él mismo en una entrevista en la taurina Cadena COPE. Y me declaro independiente de un país que ha mantenido durante más de diez años a personajes indeseables al frente del consejo de administración de Caja Madrid-Bankia, que se han gastado más de 15 millones de euros en vicios y caprichos, sin que Hacienda supiera de la existencia de ese despilfarro porque las tarjetas tenían la consideración de “negras”. Es decir que el propio sistema les permitía tirar de tarjeta black en una caja ruinosa, a la que luego hemos tenido que rescatar con dinero de los contribuyentes.
Y además me declaro independiente de un Estado, cuyo gobierno socialista tuvo la genial idea de aprobar un almacén de gas en alta mar, frente a la costa catalana y castellonense. Un almacén, adjudicado a una empresa de Florentino Pérez, cuyos trabajos provocaron seísmos y una gran alarma social. Unos trabajos que finalmente se han tenido que suspender y una vez abortado el proyecto, ahora ese Estado ineficaz, ya en manos del PP, está obligado a indemnizar a Florentino Pérez con más de 1.300 millones de euros. Un dinero que pagaremos los usuarios españoles de gas, a través de nuestras facturas de consumo particular durante los próximos 30 años. Y, definitivamente, me voy de un país que tiene a buena parte de la clase periodística, con sus vergüenzas al aire, tras abusar injustificadamente de la condición de enferma de una persona contagiada de ébola en un hospital. Unos periodistas sin escrúpulos que, desde el minuto uno de su contagio, se dedicaron a exponer públicamente toda la intimidad de esa mujer, publicando su nombre, apellidos y fotografías de todo tipo, tanto de su vida privada, como de su internamiento en el hospital. Algunos incluso cayeron más bajo, entrevistándola en medios digitales y televisión, a través del teléfono. Mientras la enferma estaba en pleno tratamiento, en condiciones de un severo aislamiento, bajo una fuerte medicación y después de llevar varios días sufriendo fuertes crisis de fiebre, vómitos y diarreas; y lo que es peor, sin que ella fuera consciente de que esa conversación se estaba divulgando públicamente para todo el país.
Me largo.