Clint Eastwood es uno de esos autores capaces de hacer grandes obras (“Sin perdón” o “Gran Torino”) y también productos que dejan mucho que desear (“Los puentes de Madison” p.ej.). Acabo de ver “El francotirador” y la verdad es que no sé en cuál de los dos grupos colocarla. Una vez vista la película, me desconcierta: por un lado te engancha, te logra meter en el mundo de este hombre empeñado en salvar la patria y los paisanos a base de matar malos, y te hace vibrar (más bien temblar) en algunos momentos realmente conseguidos, especialmente algunas escenas bélicas. Por otro lado, la película resulta irregular, globalmente cansina, con secundarios poco o nada desarrollados y un discurso que no sabes bien si defiende un estilo de vida basado en el “salvemos lo nuestro que es lo que vale”, si lo quiere ensalzar o si pretende exponer una situación y a través de ella dejar invitar al espectador a que reflexione sobre lo que sucede (las voces disonantes ante la matanza son pocas pero claras). La cuestión es que no acierto a saber si solamente el protagonista es un fundamentalista o lo es también Eastwood.
Lo que sí me parece que refleja perfectamente el film es esa obsesión que tienen los yanquis por el número 1 en todo: en las preferencias, en las competiciones, en la formación, en la cultura, en el trabajo…, en todo. Este francotirador se convierte en “leyenda”, héroe y salvador (el mejor) pasando por encima de víctimas, responsabilidades, juicios y criterios. Y con ello me viene a la mente que el Michael Keaton de “Birdman” también se mueve por el impulso de destacar, de sobresalir, de triunfar y volver a ser el mejor; que en “Imitation game” el personaje principal también se convierte con su máquina/ordenador en “salvador” de todos teniendo al resto de personajes como simples comparsas; que “La teoría del todo” también es el retrato de un personaje único, talentoso, director de masas; que en “Selma” se trata de ensalzar al líder que fue Luther King, aunque la novela original versaba más sobre el presidente Lyndon B. Johnson; y que en “Whiplash” el hecho de llegar a ser el mejor, el número uno, en este caso en el arte de tocar la batería, condicione toda la vida, todas las expectativas, los esfuerzos y que la única mirada sea la de conseguir el éxito.
Como se puede ver, en el párrafo anterior están 6 de las 8 películas nominadas al Óscar a mejor película de este año. Sólo falta “El gran hotel Budapest” (que pasaba por allí de la mano de Wes Anderson) y “Boyhood” que nos habla (esta sí) de la vida real, de un proceso auténtico de maduración y de personajes vivos, tangibles, cercanos e incluso entrañables. Debe ser por eso que yo aposté por “Boyhood” en la porra de los Óscar y la ponía ganadora de casi todo. Ingenuo de mí, no aprenderé nunca.