Madres y padres cada vez lo tenemos más difícil, y supongo que también las personas que tienen alguna responsabilidad en educar a la siguiente generación, ante tal cantidad de nefastos ejemplos cotidianos que les regalamos cada día.
Y esta reflexión inicial del artículo, me vino después de la conversación con mi hijo que sobrevino a una pregunta suya:
-“¿Qué castigo le ha caído a la diputada que jugaba con su tablet en el Congreso?”
-“Ninguna, que yo sepa”- le contesté yo.
-“¡Qué injusto!” –exclamó él- “Porque en el Instituto nos quitan el móvil sólo por mirar la hora y va a parar al despacho del director y tenéis que ir a buscarlo los padres”.
-“Ya, pero vosotros sois menores…”-comenzando a no saber cómo salir del atolladero ético en el que me estaba metiendo.
-“Sí, y ella está trabajando y debería estar atenta a lo que dice su jefe y no jugando”, me espetó.
-“Pues tienes razón. Deberían haberla castigado de alguna manera”- le comenté.
A todo esto, salíamos de casa y mientras nos encaminábamos hacia el centro, en una calle nos sorprende una conductora de edad avanzada invadiendo el carril contrario a toda velocidad, con pilonas en el centro incluidas, por no pasar por encima de un resalte anti-velocidad, con el consiguiente susto de algunos conductores y el correspondiente comentario jocoso de mi hijo: “Después para que digan que los jóvenes son los que conducen como locos…”.
Pero la conversación no acabó ahí, sino que fuimos durante el trayecto, enumerando ejemplos de dudosa ética y que ponían en entredicho los valores de muchos adultos: responsables políticos y prohombres que se escaquean de pagar impuestos o pagan en B o estafan; individuos que corean cánticos machistas en el campo de fútbol para apoyar a un jugador presunto maltratador; machistas que se vanaglorian repetidamente de ello y siguen en su cargo, como el alcalde de Valladolid; banqueros que utilizan el dinero del banco para lujos asiáticos con sus tarjetas black, en lugar de facilitar el crédito a familias con problemas económicos; mujeres revictimizadas por el ejército al denunciar y demostrar que han sufrido acoso sexual…
Es evidente que los valores y la ética no se enseñan en los libros de texto, sino que solo las personas adultas podemos transmitirla a la siguiente generación con el ejemplo. Y eso, queridas y queridos lectores, nos lo ponen algunos individuos muy difícil…