Cine francés

Estos días pasados se podían ver en los cines Metropol dos películas francesas: “La profesora de historia” e “Hipócrates”, dos cintas galas en una misma semana vienen a decirnos que o bien el cine francés tiene buenos seguidores, o bien los franceses son capaces de colocarnos su cine con regularidad, o bien las dos cosas.
Yo diría que, al menos en Barcelona, tenemos un buen concepto de esta cinematografía y que ha sabido, además de crear y mantener una cierta industria cinematográfica, exportar un buen número de títulos con bastante frecuencia. Nada que ver con la escasez de obras de aquí que logran traspasar fronteras y ser vistas por nuestros vecinos. Mientras nosotros consumimos su cine con cierta normalidad ellos sólo parecen ver las obras de algunos nombres que, además, acostumbran a adoptar como propios. La impresión es, por tanto, que la importación de cine galo es, digamos, al menos significativa. Y por aquello de ver si es cierto o solamente una impresión personal, he repasado los títulos que del país vecino se han estrenado en Barcelona en lo que va de año: De enero a esta parte, hemos visto en nuestras carteleras una veintena de películas de producción exclusivamente francesa, mayoritariamente comedias de corte agradable, con personajes bien definidos, situaciones sólidamente situadas en un conflicto más o menos universal, algunos toques de cine comprometido con alguna realidad social y un tono correcto de no herir a nadie y dejar buen sabor de boca; algunos ejemplos: las dos mencionadas arriba, “Girlhood”, “Clan salvaje” o “Regreso a Ítaca”. También hemos visto algún documental como “Camino a la escuela”, comedias de corte grueso y de humor muy francés como “La familia Belier” o “Se nos fue de las manos”; trabajos de animación más que correctos como “Astérix, la residencia de los dioses” o “La mecánica del corazón”; dramas como “La historia de Marie Heurtin”; cine a lo blockbuster como “Venganza”; e incluso rarezas más o menos cinéfilas como “Una nueva amiga” o “Mis escenas de lucha”.
A todo esto hay que añadir otras tantas obras en coproducción con los países más variados: “Lazos de sangre” con Estados Unidos, “Suite francesa” con Reino Unido y Canadá, “Passolini” con Italia, “Refugiado” con Argentina, “Timbuktu” con Mauritania… y un largo etcétera. Todo un catálogo de producción que parece demostrar que es una cinematografía, si no saneada, sí al menos con cierta fuerza para ir tirando.
Y para muestra de este saber hacer y saber vender, los dos títulos que iniciaban este artículo que han sido los motivadores de esta pequeña reflexión. “La profesora de historia” de Marie-Castille Mention-Schaar, es una película sencilla, de instituto y adolescentes en la que una profesora que aún cree en la educación empuja a sus alumnos díscolos a reflexionar, organizarse y disfrutar del placer de trabajo en equipo y del conocimiento. Y lo hace sin los sentimentalismos y las trampas melodramáticas a los que nos tiene acostumbrados el cine yanqui, por eso el tono realista que nunca pierde y, por eso, esos temas que se cuelan en la narración y la enriquecen. Al final, “La profesora de historia” es tanto una película sobre la memoria, la diferencia y la humanidad como sobre educación.
E “Hipócrates” de Thomas Lilti sería algo parecido pero en el terreno de la salud pública; la historia de un joven que empieza la residencia en un hospital y que tropieza con la realidad: recortes, deficiencias en el servicio, priorización de criterios económicos, recelos hacía el foráneo, eutanasia…, todo muy identificable, muy cercano y muy claro.
Todo muy francés y muy universal, ese parece ser el truco.