Hace ya algunos años escribía en uno de mis artículos sobre el “Milagro del Metropol”. El Metropol, ese cine con mayúsculas que cada semana esquiva la crueldad del destino cultural de este país, sigue sobreviviendo en Castelldefels. El paso del tiempo y las dificultades no han conseguido desanimar a sus gestores, una familia que mantiene a contracorriente su pasión por el cine. Ellos son unos privilegiados por tener entre sus manos una de las últimas joyas culturales que quedan en nuestro entorno. Y el resto de habitantes de la ciudad tenemos la inmensa fortuna de compartir ese privilegio con ellos. En la comarca del Baix Llobregat el Metropol es único. Un espacio creado única y exclusivamente para albergar un cine con dos salas en las que puedes disfrutar de la imagen y el sonido, con una cuidada programación, con películas mayoritariamente de cine independiente, con mucha versión original en su cartelera. Un cine de esos de los que ya no quedan. Eso es lo que tenemos en Castelldefels.
Recientemente fui con mi familia al Metropol a ver la película argentina “Sin hijos”. Llevé a mis hijos, algo que hasta ahora no he podido hacer con asiduidad, porque la programación del Metropol no está pensada para el entretenimiento infantil, más habitual en otras salas comerciales. Bueno, pues, la experiencia volvió a ser maravillosa. Después de un tiempo prolongado de ausencia por mi parte, volví a encontrarme con el placer del buen cine en buena compañía. Un público escaso, pero selecto y respetuoso. Un ambiente relajado, que te invita a compartir conversación con viejos amigos en el pasillo, antes de acceder a la sala. Un cine de pequeño formato, dirigido por una pequeña familia, a la que la crisis económica y la nefasta gestión cultural de nuestros gobiernos no ha conseguido desanimar. Al finalizar la sesión, subimos a la sala de proyecciones y ahí nos reencontramos con los viejos proyectores, ya en desuso, sustituidos por dos ordenadores gigantescos que sólo responden al estímulo digital. La inversión económica ha sido descomunal, un gran esfuerzo para una pequeña empresa que se mantiene a flote, casi por puro romanticismo. Son los últimos de una saga casi extinta en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Son los últimos románticos, herederos directos de aquel viejo Castelldefels del siglo pasado, en el que convivieron tres salas de cine en sus calles, el cine de verano al aire libre, el Plaza y el Montecarlo. A algunos siempre nos seguirá quedando París… y también el Metropol.