Por: Lidia Tagliafico
Recordar a Jordi Miralles (Barcelona, 1962-2015) es pensar en el bien de la existencia humana que amanece todos los días en busca de la solidaridad y de los sentimientos dignos.
Él se veía a sí mismo como una persona constante y seria a la que le gustaba escuchar y trabajar en equipo. En sus nueve años en el Parlament de Catalunya ocupado principalmente en temas sociales, de comercio y empleo, le permitieron trabajar también para mejorar Castelldefels, como por ejemplo en el tema de aminorar el ruido de los aviones o las pantallas sónicas de la C-32.
Muy elocuente fue el tuit que el periodista de La Sexta, Jordi Évole, escribió tras conocer su muerte: “Ha muerto Jordi Miralles, un político que cogió la puerta giratoria para volver a su profesión de cartero. Gracias por tu ejemplo”. Toda una declaración de intenciones, un ejemplo infrecuente que nos da la verdadera dimensión de su vocación de servicio y su honradez.
Su espacio en La Voz, tanto en su época parlamentaria como ya fuera del Parlamento, lo tuvo desde 2000 hasta hace bien poco tiempo, y en sus columnas nos ha dejado la foto de sus luchas por una sociedad más justa y solidaria, aportándonos su conocimiento y experiencia. Han sido casi dieciséis años de imborrable colaboración continuada y, no es un tópico, lo vamos a echar mucho de menos mes a mes.
En resumen, Jordi fue una persona y un político de los que dejan huella, comunista, republicano y convencido de que la política es una de las formas más eficaces de poder cambiar el mundo, desde la honestidad, el respeto y la dignidad por supuesto.
Conocí por primera vez a Jordi Miralles hace 16 años. Jordi era una persona eminentemente buena y noble, amaba la política hasta límites insospechados. Tenía un trato cordial con cuantos se relacionaban con él. En definitiva, Jordi Miralles i Conte está ya y estará siempre en la Historia de Castelldefels y Catalunya, y en nuestra vidas, naturalmente. Descansa en paz, querido compañero.