“No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo.” Estas palabras las leí el 4 de enero en el el muro de Facebook de Blanca Ruiz, una compañera del colectivo de escritores El Laberinto de Ariadna y del que tengo el honor de coordinar. Son de Albert Camus, y Blanca nos recordaba precisamente que ese día el 4 de enero de 1960 moría prematuramente joven, a los 55 años, uno de los mejores escritores contemporáneos.
Soy consciente, porque creo estar en el mundo todavía, de que la vida se ha acelerado en los últimos años. Todo va muy deprisa y ahí incluyo especialmente las modas y las costumbres. Hay demasiada oferta en todo y todo hay que consumir rápidamente. En muchos casos, no se puede, lo que crea frustración en amplias capas de la población que se manifiesta de las más diversas maneras.
Por este motivo, recordar hoy a Camus tiene algo de rebeldía por parte algunos de nosotros e ignoro si se estudia este autor actualmente en los planes de educación, pero viendo por donde anda la enseñanza, si no se le ha olvidado, sí que lo han hecho con otros tan importantes o más que él, en aras de unos planes educativo que en gran medida buscan adoctrinar. ¿Exagero?, probablemente, pero viendo la sociedad circundante, en absoluto puedo pensar otra cosa.
Albert Camus se dio a conocer en 1942 cuando publicó su novela “El extranjero”, ambientada en su Argelia natal, ya que era hijo de unos humildes emigrantes franceses, los llamados “pieds noirs”. Recuerdo la impresión de desasosiego que me produjo su lectura allá por mi juventud y cómo te hace reflexionar sobre la existencia. Luego descubres que el existencialismo, esa corriente filosófica que tuvo su origen a mediados del XIX y en la primera mitad del XX y que se centraba en el análisis de la condición humana, la libertad, la responsabilidad individual…, tuvo mucho que ver en su obra, aunque Camus nunca aceptó haber haber sido influenciado por esa corriente, pero cuando publicó su ensayo “El mito de Sísifo” (obra que se complementa con la anterior) tal influencia, según algunos autores, era innegable.
El protagonista de “El extranjero”, Meursault, es un ser desinteresado por la realidad, ya que le resulta absurda e incompresible, pero Meursault, será solo el vehículo para detallarnos la carencia de valores del mundo contemporáneo como consecuencia de la frustración en que quedó sumergida Europa tras la guerra. En “El mito de Sisífo”, cuyo nombre toma del atribulado personaje de la mitología griega, Camus cuestiona el valor de la vida y la ve como algo insignificante, llegando a plantear el suicidio. Sisífo fue condenado por los dioses a perder la vista y empujar un peñasco montaña arriba, solo para que volviese a caer rodando al valle para de nuevo ser recogido en empujarlo de nuevo, así eternamente. Clara metáfora del esfuerzo inútil del hombre que le hace plantear la “filosofía del absurdo”: “los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del universo acabarán fracasando finalmente debido a que no existe tal significado”.
Sé que dejo muchos interrogantes en esta columna, la extensión de ella y mis propios conocimientos me impiden ir mucho más allá. Yo sólo he reflexionado sobre un autor un tanto olvidado y que si queremos en nuestra cotidianidad, cada día hay alguien para recordar más allá de las modas.
Por supuesto que Camus escribió más: novelas, ensayos, teatro… En 1957 le concedieron el premio Nobel de Literatura por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”. La mejor manera de conocerlo, recordarlo, o reencontrarlo: buscarlo en cualquier librería o biblioteca.