De un tiempo a esta parte, cada vez se hace más evidente que a algunas personas les está resultando difícil digerir tanto cambio político en nuestro país, acumulado en tan cortito espacio de tiempo. Desde el pasado mes de mayo, en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz o A Coruña la indignación ha cambiado de bando y ahora son los poderes fácticos, siempre acostumbrados a vivir en las alturas, los que están por la protesta ruidosa, a menudo sin que les importe mucho el motivo que genera esa indignación sobrevenida.
Recientemente, hemos visto esas reacciones exageradas de rechazo pero lindando ya en el desprecio, con la constitución de las nuevas Cortes en el Congreso de los Diputados. Tras la primera sesión de la nueva legislatura, que, por cierto, amenaza con ser corta, analistas y políticos de las opciones más conservadoras de este país mostraron su repulsa ante la entrada en ese magno recinto de personas que, por extracto social y opción ideológica, se estrenaban como nuevos parlamentarios. Así, hemos asistido a un bochornoso espectáculo con descalificaciones hacia el aspecto físico de algunos diputados y hacia una diputada, Carolina Bescansa –de Podemos–, que “osó” presentarse en el Congreso con su bebé de 6 meses en brazos.
Una doctora en Antropología de la Universidad de Barcelona, la profesora María Dolores Juliano, decía esa misma semana que las críticas, relacionando el aspecto físico de algunos diputados con el mal olor corporal y la falta de aseo, tienen mucho que ver con una reacción racista y violenta, de rechazo hacia unas personas, pero también hacia su origen social –generalmente de perfil humilde y nada privilegiado– y hacia la opción ideológica que defienden esos representantes políticos.
Aquí, en nuestra ciudad, en Castelldefels, ante la falta de concejales con rastas o con bebés en brazos, las críticas desaforadas de los conservadores se ceban con el supuesto mal olor que desprende la ciudad desde que en ella hay un gobierno progresista. La realidad es otra bien diferente. Los problemas de suciedad e incivismo que genera una ciudad como la nuestra, con 65.339 habitantes, son los mismos que ha habido en estos últimos cuatro años de gobierno conservador. El nuevo Ejecutivo trabaja en mejorar la eficacia del servicio ciudadano de recogida de basuras y limpieza viaria, aun a sabiendas de que ese trabajo nunca será bien valorado por esas opciones políticas, ahora en la oposición. Quizá, desde esos foros que todavía no digieren su adiós al gobierno municipal, lo que se busca es desacreditar, sin más, a unas opciones ideológicas progresistas. Quizá sea eso.