El anuncio de una conocida marca de pastelitos infantiles y el estreno de un programa televisivo, me ha instalado desde hace unos días en reflexiones sobre los recuerdos y la nostalgia. He querido indagar en este fenómeno que parece que vive un buen momento, desde el punto de vista de los medios de comunicación y también comercial.
Supongo que los niños y niñas del baby boom de los 60 y los 70 ya empezamos a padecer esa “sensación de pena o tristeza que se siente al recordar algo querido”, como define el diccionario la palabra nostalgia. Y caigo en la cuenta de la connotación tan negativa que tiene la susodicha palabra. Demasiada, porque el antónimo que me propone el mismo diccionario es alegría. Además, casi todas las frases sobre nostalgia que he encontrado mediante “San Google” son también bien tristes.
Menos mal que unos creativos publicitarios, que están en todo, se han dado cuenta y han inventado una nueva palabra para darle una connotación positiva: sistalgia. Sí ya lo sé que su finalidad es la de vender un producto, pero no me negarán los lectores y las lectoras que faltaba esa palabra en nuestro diccionario mental.
Aunque quiero aclarar que recordar el pasado tiene trampa. Los recuerdos son muy maleables, los modificamos como mejor nos conviene y si estamos pasando una mala temporada o bien sentimos mucha ansiedad por el futuro, pueden ser un cómodo refugio emocional.
Pero quiero reivindicar la parte positiva de rememorar situaciones, canciones, productos…, del pasado. Refuerza la identidad, nos eleva la autoestima y alivia la angustia existencial. Si incluso fomenta las relaciones sociales: seguro que en algún momento han iniciado una conversación con alguien que no conocen demasiado, compartiendo sobre canciones o programas de televisión de la infancia.
Por eso triunfan series como Cuéntame y Madmen; programas como Cachitos de hierro y cromo y A mi manera; libros como Yo fui a EGB o Yo también leía Súper Pop; y regalos retro o vintage.
Eso sí, como todo en esta vida, la mesura es importante: hay que dosificar esos recuerdos, no idealizar en exceso el pasado y vivir con toda la plenitud que nos sea posible, el presente.