Confieso que he vivido

Supongo que es una obra de la casualidad el que me haya leído dos libros consecutivamente que incluyan en su título el verbo confesar: El Jo confesso de Jaume Cabré y el Confieso que he vivido, libro de memorias del poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973).
Debo confesar, valga la redundancia, que desde joven he querido leer este libro, ya que ese título me parecía muy interesante y atractivo, pero ha llovido un poco. Como dicen en mi casa, nunca es tarde si la dicha es buena.
Recuerdo que cuando iba con mi amigo Manel a la universidad en coche, teníamos una cinta con una canción de Rosa León dedicada a Neruda en la aparecía la palabra Estravagario y yo no sabía lo que era; más tarde supe que era un libro suyo. A poco tiempo de entrar en el Grupo Alga de Poesía de Castelldefels, preparé un trabajo sobre él y una selección de poemas.
Lo que más me ha sorprendido de sus memorias es que parece sincero cuando habla de sí mismo, cosa muy difícil, ya que solemos engañarnos benévolamente cuando nos miramos al espejo. También he descubierto su dimensión política, que no sabía que era tan importante.
Como poeta es difícil clasificarlo, ya que usó varios estilos. Del posible surrealismo de Residencia en la tierra que pervive aún en sus Veinte poemas de amor…pasa a una poesía combativa y social de dudosa calidad en España en el corazón, escrito en plena Guerra Civil española. En la serie de Odas elementales, los objetos cantados son sencillos así como el lenguaje que usa.
Neruda de lo más orgulloso que estaba era de ser un poeta del pueblo. Ingresó en el Partido Comunista chileno en el año 1945 y ese mismo año fue elegido senador. Con anterioridad, durante la Guerra Civil, siendo cónsul especial en París, consiguió embarcar a 2.000 refugiados españoles en el Winnipeg desde Francia a Chile. Sus memorias estás plagadas de anécdotas que es imposible reflejar aquí. Su carrera diplomática empezó en Rangún (Birmania), pasó por Sri Lanka, Singapur, Madrid, Barcelona, París, Buenos Aires, México, etc. Fue perseguido por un presidente, González Videla, al que los comunistas ayudaron a llegar al poder, y tuvo que escapar de Chile en 1949 cruzando a caballo el paso Lilpela de la cordillera andina.
Tuvo una vida apasionante en la que conoció a muchos intelectuales de todo el mundo. En España, a García Lorca, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, etc. Debido a su militancia comunista, conoció a escritores soviéticos y chinos, y tuvo una especial amistad con Ilya Ehremburg. También en París conoció a muchos intelectuales y, por afinidad política, se hizo amigo de Paul Eluard y de Louis Aragon. Como he dicho, tuvo una vida plena de vivencias que hacen honor al título de las memorias. Las últimas páginas están escritas tres días después del asesinato de Salvador Allende y nueve días antes de su propia muerte. Es un libro con una prosa muy agradable de leer.