A diario se suceden, ante nosotros, las imágenes de familias enteras, hombres, mujeres y niños, que luchan para evitar morir ahogados con el único objetivo de intentar llegar a territorio de la Unión Europea. Son personas como todos nosotros, como estos miembros de la clase media acomodada del primer mundo, que tenemos la inmensa fortuna de vivir en nuestra zona de confort, a este lado del continente europeo. Sólo que ellos no tienen derecho a una vida digna, porque no tienen un documento que les clasifica como nacionales de países de primera división. Nosotros, sí. Ellos, no. El azar, que decide dónde nacemos cada uno de nosotros, es así de caprichoso e injusto.
Una vez logran sobrevivir al ahogamiento y/o al extenuante e interminable camino a pie, que se eterniza a veces durante meses, a través de varios países de éxodo; esas familias llegan a las puertas de esta “tierra prometida” que es la Unión Europea y, entonces, nuestros guardias fronterizos les hacen esperar en improvisados campos de hacinamiento, a la espera de que las autoridades europeas decidan qué hacer con ese contingente de personas sin hogar, sin recursos y, desde hace meses, sin respuestas. Los gobiernos del Primer Mundo no se atreven a cumplir con los compromisos adquiridos de dar un trato digno a esos cientos de miles de refugiados, que huyen del horror de la guerra y del hambre que asola a sus países de procedencia.
Vemos a diario esas imágenes. Imágenes como la del niño de 3 años Aylan, muerto ahogado en la orilla de una playa turca. Imágenes de mujeres a punto de dar a luz, sentadas sobre el fango de un campo de refugiados, sin derecho a ningún tipo de atención sanitaria. Imágenes de los voluntarios de algunas ONG, como los de Proactiva OpenArms, lanzándose al mar para salvar la vida de miles de personas inocentes. Imágenes de familias enteras, hacinadas en miserables tiendas de campaña, soportando las bajas temperaturas, sobreviviendo al duro invierno, en medio de la lluvia y una inhóspita alfombra de fango.
Según el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el éxodo de los refugiados y su abandono por parte de nuestros gobiernos occidentales, no nos importa nada. Al 0% de españoles les preocupa este drama humanitario. Y eso que vemos las imágenes y tenemos toda la información en tiempo real. Nunca podremos decir que no sabíamos lo que sucedía a las puertas de nuestro acomodado Primer Mundo. Y, por eso, nunca tendremos perdón.