Tragedias con premio

Parece ineludible que cada febrero todo referente cinematográfico pase por los Goya y los Óscar. Como plataforma de difusión y propaganda de determinadas películas (a los Goya me refiero) se supone que funciona y parece que algunos títulos resurgen (no todos) y otros tienen alguna posibilidad de no ser abandonados en cualquier cajón de cualquier distribuidora. Así, “Truman” verá alargada su vida en las pantallas, cosa que celebro ya que me parece una excelente película, lo mejor del año sin duda. Y “Techo y comida”, película pequeña pero valiente y muy interesante, seguramente tendrá el empujoncito que necesita para ocupar el sitio que se merece en la recaudación. Los Óscar es otra historia, el aparato propagandístico de Hollywood funciona desde otros muchos frentes y aunque es también una forma de vender cine, la mayoría de las películas no lo necesitan. Así, “El renacido” seguramente arrasará en taquilla independientemente del resultado en estos premios. Las cintas que aquí sí se ven aupadas a la popularidad son las de habla no inglesa que de esta manera ven asegurada su distribución internacional. Es posible, pues, que “El hijo de Saúl” se lleve el premio y pase de película minoritaria a título popular. No sé si los yanquis estarán dispuestos a elogiar una película tan dura y áspera, pero lo que sí está claro es que la cinta de László Nemes es una de las mejores obras que se han podido ver en nuestras pantallas en los últimos meses.
Me parece curioso que los dos títulos de los que os hablo se basen en historias cargadas de sufrimiento, de penalidades y de personajes que padecen hasta lo indecible. Tanto “El renacido” como “El hijo de Saúl” se centran en individuos enfrentados a un mundo hostil y letal ante el cual se plantan de dos maneras muy diferentes.
El Saúl de Nemes es un miembro de un Sonerkommando de Auschwitz (equipos de judíos que hacían el trabajo físico en cámaras de gas, fosas comunes, crematorios…) que no levanta la cabeza, de mirada eternamente perdida en ningún punto, de movimientos rápidos y parco en palabras, que decide enterrar a un niño que dice ser su hijo. Con una cámara pegada a su espalda vemos (intuimos y oímos más bien) lo que ocurre a su alrededor y sentimos (sin necesidad de ver nada concreto) la barbaridad que supuso el holocausto, haciendo de la película una experiencia dolorosa, hiriente y terrible.
El Hugh Glass que interpreta Di Caprio es un trampero enfrentado a una naturaleza hostil y al resto de los hombres: indios, franceses, cazadores, ejército… y aunque padece tanto o más que el personaje de Saúl hay en él un instinto de supervivencia que no existe en el otro. Eso sí, la protección que Glass ofrece a su hijo mestizo sería comparable a la obstinación de Saúl por enterrar al joven asesinado por el oficial nazi.
Tanto una cinta como otra pueden resultar excesivas y sobrepasar el nivel de tolerancia del espectador, especialmente “El hijo de…”, pero las dos son propuestas más que interesantes, muy potentes en su desarrollo y que para nada dejan indiferentes. Personalmente, prefiero “El hijo de Saúl”, que me parece un cine mucho más necesario y comprometido, pero he de decir que “El renacido” me tuvo pegado a la butaca y que las dos me han dejado un poso considerable, mucho más denso e intenso la primera, desde luego.