Papá, ¿quién es Dolores Ibárruri?

Hace unas semanas, cuando viajábamos en coche por la ciudad, mi hija de 8 años me preguntó: “Papá, ¿quién es Dolores Ibárruri?”. Después del asombro inicial, caí en la cuenta de que acabábamos de pasar por la calle de Castelldefels que lleva el nombre de la histórica dirigente del Partido Comunista de España, entre Ca n’Aimeric y Montemar. De hecho, pasamos habitualmente por ese lugar, como parte de nuestra ruta diaria.
Tras unos segundos de recomposición interna, y como es posible que tardemos algún tiempo en tener una ocasión así, en que mi hija y yo hablemos de una parte tan importante de la historia contemporánea de este país, reaccioné al impulso de “Vamos allá”. Y le conté a mi hija quién fue Dolores Ibárruri, los ideales políticos por los que luchó y el momento histórico que le tocó vivir. Evidentemente, mi hija de 8 años ya habrá olvidado aquello que le conté, o quizá no; pero el caso es que fue entonces cuando tomé conciencia, una vez más, de la importancia que tiene la memoria histórica en la construcción de una sociedad libre, democrática y con unos principios saludables.
La memoria histórica es esto. Son esas pequeñas lecciones de historia que están entre nosotros, que afortunadamente se han insertado en nuestro paisaje cotidiano y que, en esta ocasión, me ha permitido compartir una vivencia con mi hija que, de otra manera, posiblemente no se hubiera dado. Por eso, me sigo rebelando ante la cerrazón de esa clase dirigente política de la derecha española, que sigue renegando de la memoria histórica, orgullosos de sus planteamientos rancios y casposos. Como cuando sus portavoces defendieron en el Pleno municipal de Castelldefels que el nombre de Ramón Fernández Jurado siguiera enterrado en la oscuridad histórica que impusieron en 2011, retirándole su nombre a la Biblioteca municipal.

Quienes no respetan el relato histórico crítico de aquello que fuimos, quienes tratan de echar tierra sobre la memoria de aquello que no pudimos llegar a ser, por la imposición de la sangre y el fuego; atentan contra esos valores de construcción de una sociedad plenamente democrática; e insultan a todas las personas que defendieron los ideales que ahora nos permiten vivir en una sociedad desarrollada.