Gana el cuñadismo

Martes, 8 de noviembre de 2016. El cuñadismo internacional está de enhorabuena. Donald Trump, un hombre hecho a sí mismo, sin principios ideológicos más allá de su amor a los mercados y al capitalismo salvaje, que desprecia la diversidad étnica, sexual y de género, es el nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Se demuestra que en ese país, uno de los más poderosos del mundo, cualquier persona puede llegar a lo más alto, aunque sea un tipo con tan pocos recursos intelectuales y emocionales como el hombre de piel naranja que ahora va a ocupar el sillón presidencial, desde su Despacho Oval. ¡Dios, el Despacho Oval! Lo que allí se va a vivir desde hoy mismo.
El triunfo de Trump es la victoria de la antipolítica; un movimiento social que en la viñeta de nuestra vida cotidiana está representado por la figura del cuñado. Ese cuñado que vive de simplificar la realidad, encontrando a problemas complejos, soluciones básicas, simples y primitivas. ¿Qué es eso de ejercer la actividad pública con valores de progreso social? ¿Qué es eso de tratar de empatizar con aquellos que, por motivos ajenos a su propia voluntad, acaban quedándose fuera del sistema, especialmente en esta década horrible que nos ha tocado vivir, marcada por una brutal crisis económica? Ante el colapso del sistema que nos iba a hacer ricos a todos, la respuesta mayoritaria, y cada vez más extendida en las democracias del primer mundo, es la de gritar “Viva el nacionalismo de la víscera, del estómago lleno, de los sentimientos y las emociones básicas, del rechazo al pobre, al que no es de aquí, al que viene a mendigar cuando aquí no tenemos pan para todos”.
Ese embrutecimiento de la sociedad está siendo aprovechado sin escrúpulos por aquellos movimientos populistas ultraconservadores que sólo buscan perpetuarse en el sistema, a costa de la miseria general. Ha sucedido en EEUU y en el Reino Unido, está sucediendo en Francia, Alemania o Austria. En España el populismo de raíces ultras, instalado en la falta de valores progresistas y en el atropellamiento de derechos sociales básicos, en buena medida lo representa el Partido Popular; en el que confía una mayoría de la población española para dirigir su destino en esta época de pérdida de rumbo general. En el seno del Partido Popular hay una buena cantera de cuñados populistas y en Castelldefels conocemos muy bien este fenómeno.