LA ESPAÑA LÍQUIDA

Érase una vez un país líquido llamado España, en el que su máxima autoridad política expresaba su gran pensamiento profundo con una única frase que repetía sin cesar, como un muñeco diabólico atrapado en un bucle autómata: “Gobernar no es fácil. Se lo voy a decir de otra manera. Ser presidente del Gobierno es muy difícil”. Luego el mismo hombre decía que si no podíamos pagar el recibo de la luz, debíamos esperar a que lloviera para que se arreglara lo nuestro. Y, a continuación, el mismo hombre se plantaba un chándal y se iba a caminar rápido, porque él creía que eso era un deporte.
Era el mismo país en el que la televisión pública le concedía su espacio más privilegiado, en horario de máxima audiencia, a un tipo incapaz de elaborar una frase inteligible en cualquiera de sus intervenciones. Un personaje que se aprovecha de la mirada zombie del espectador medio para hipnotizarle con mensajes inconexos e imágenes que sólo estimulaban sus instintos más básicos y primitivos. Era ese mismo país en el que una educadora ponía el grito en el cielo públicamente, porque ella y sus compañeros docentes cada vez se sentían más solos en su lucha por una educación pública de calidad. Era esa misma nación de naciones líquidas en las que los hospitales se colapsaban en invierno, porque la gripe y sus efectos pandémicos y devastadores se encargaban de recordarnos, cada invierno, que una cama de hospital, un médico de urgencias o un quirófano no eran estructuras de Estado. Un banquero rescatado, un notario sin escrúpulos, un tesorero corrupto, un promotor inmobiliario avaricioso, un consejero de administración harto de estar harto. Ellos sí eran estructuras de Estado y ayudaban a construir un Estado líquido, tan líquido como el contenido de un vaso de agua que vertíamos diariamente en nuestras manos.
Es cierto, lectores con ojo y mente crítica. España era… España es un país líquido en un mundo cada vez más líquido. Esa falta de rigor intelectual, de laxitud de principios éticos, de mala salud democrática, posiblemente defina a muchos otros países de nuestro entorno. Si eso les consuela, adelante. Tenemos derecho a conformarnos con el manido “Esto es lo que hay”. Pero también podemos no conformarnos.