Permisividad

No hace demasiados meses que ya dediqué un artículo a este tema, pero es que reconozco que estoy muy sensibilizada. Impartir de manera periódica sesiones a profesionales que están en contacto directo con adolescentes y jóvenes, también a padres y madres, y a la vez a adolescentes, me posibilita una visión casi completa de la situación y mucha información útil. Y, por lo tanto, me veo en la “obligación moral” de incidir de nuevo en la problemática del consumo de alcohol entre los y las adolescentes desde este lugar privilegiado.
Lo que más me sorprende trabajando este tema con los adultos (sean padres, madres o profesionales) es el alto grado de permisividad y tolerancia que existe hacia el consumo de alcohol entre las personas más jóvenes. Frases del tipo “es normal que se emborrachen”, “es un ritual que todos tienen que pasar” o “no hay para tanto” ponen de manifiesto los muchos mensajes contradictorios se que emiten constantemente y que basculan entre ignorar el problema o el laissez faire, hasta los mensajes autoritarios de prohibición con ejemplos propios de consumo. Creencias como que “el alcohol no es perjudicial porque se ha consumido siempre” o “todo el mundo bebe y tampoco es para tanto” están tan arraigadas también entre madres, padres y profesionales que complica la prevención y la intervención.
Parafraseando a Einstein, es más difícil descomponer un átomo que “una idea preconcebida”, pero cuando la ciencia no está demostrando con investigaciones que el alcohol provoca más daños al cerebro en desarrollo de los adolescentes de lo que se solía creer, y les causa unas lesiones significativamente mayores que al cerebro de los adultos, y que comenzar a beber a edades tempranas correlaciona con desarrollar una dependencia en la edad adulta, quizás deberíamos comenzar a desterrar algunas de estas creencias.
Y está claro que no existe una fórmula mágica, pero hay estrategias parentales y educativas que se han demostrado eficaces. La más recomendable es “dar ejemplo”, es decir, regular nuestro propio consumo de alcohol (si lo tenemos), llevando a cabo un consumo responsable, moderado y respetuoso. Ante la evidencia o sospecha de consumo de un o una adolescente de nuestro entorno, hay que actuar con prudencia, valorando la dimensión y la gravedad del problema, tratando de ajustar la reacción a la situación de forma proporcionada, pero en absoluto minimizando la situación. Es importante conocer las circunstancias del consumo, saber el tipo de relación que el o la adolescente está manteniendo con el alcohol (experimental, como diversión, como forma de relacionarse…), y siempre mediante la comunicación y el diálogo hacerles saber de manera explícita que no estamos de acuerdo con su conducta y que no tiene nuestro consentimiento para seguir haciéndolo.

Como alerta la FAD –Fundación de Ayuda contra la Drogadicción- el consumo de alcohol por parte de menores es una responsabilidad de todos, del que todos y todas somos partícipes, y que esta situación de grave riesgo tiene que ser enfrentada por el conjunto social del que forma parte el adolescente.