Pesetas de Castelldefels

Llaman a la puerta. Abro, y es mi amigo Marc que me trae uno de los mejores regalos que se le pueden hacer a un homo economicus: una peseta. Pero no es una peseta cualquiera, sino, como pueden ver en la foto, es una peseta de papel emitida por el Ajuntament de Castelldefels en abril de 1937. Este mes cumple 80 años. Pero ¿cómo es posible que Castelldefels emitiese billetes? La economía del país durante la Guerra Civil se desplomó y, evidentemente, afectó a la actividad financiera. Empezó la escasez de metales utilizados para hacer las monedas porque todos se derivaron en la fabricación de armamento. En ese momento, la industria bélica de uno y otro bando era una prioridad. Incluso aún se pueden encontrar unos discos de cartón que circularon como monedas durante la guerra, que tuvieron poco éxito porque eran fácilmente falsificables. El Banco de España empezó a sustituir las monedas por billetes al inicio de la guerra, pero como el país estaba dividido, no llegaban a todas partes. Cada bando tenía sus pesetas y ninguno reconocía la moneda del contrario. Ante esta situación de total precariedad, la Generalitat de Catalunya quiso emitir billetes en 1936, pero el gobierno central de la Segunda República, que tenía sede en Valencia, se opuso. Como solución, se confirió a los ayuntamientos la potestad de emitir moneda. Fue un hecho inédito, y estos emitieron pequeños valores que tendrían curso legal limitado al término municipal. A veces, se hacían transacciones en otro pueblo pero eran muy complejas. Se podría ir a comprar o vender a Gavà, pero si pagabas con pesetas de Castelldefels, sólo se podrían gastar aquí porque ellos también tenían las suyas. Fue una medida exitosa a la que se sumaron más del setenta por ciento de los mil y pocos municipios existentes. Por ello, se pueden ver auténticas colecciones de esos billetes de una peseta y cincuenta céntimos por todo el territorio catalán. Sin embargo, estos billetes duraron menos de tres años porque conforme el ejército franquista ocupaba los municipios catalanes, iban anulando el papel moneda local y retirando su valor económico. De hecho, les dieron un recibo de “Fondo de papel moneda puesto en circulación por el enemigo”, con el objetivo de que se lo devolviesen algún día. Aunque existen asociaciones que llevan años reclamando estas cantidades de particulares, aún hoy no ha ocurrido. Existía un grave problema de falta de moneda pequeña. Y todo valía menos de una peseta. Pensemos que un litro de leche o un kilo de pan costaba alrededor de 70 céntimos, un kilo de patatas unos 30 céntimos… Las personas empezaron a buscar soluciones y se derivó en el trueque de productos básicos. Para facilitar el cambio, los comerciantes también emitían vales o bonos, pero sólo servían para ese comercio emisor. Todos empezaron a emitir: municipios, sindicatos, colectividades obreras, unidades militares, cooperativas, empresas… Se calcula que la proliferación de “monedas” alcanzó los diez mil tipos diferentes, lo que generó un caos.
Este billete tiene un gran valor histórico. Fue la consecuencia de una época sangrienta, de profunda crisis humana y económica como es una guerra. Ojalá objetos preciosos como éste no nos dejen que caiga en el olvido.