Alarma

Estoy segura de que a la mayoría de nosotros lo primero que nos viene a la cabeza al leer la palabra alarma es ese sonido maldito que suena cada mañana y nos despierta indicándonos que salgamos de la cama que hay que ir a trabajar. Además, ya de paso, nos recuerda al mismo tiempo que no somos ricos y más vale que espabilemos y vayamos.
A parte de esta alarma, conocemos muchas otras. Las alarmas de seguridad, por ejemplo. Aquellas que suenan en caso de que alguien pudiera entrar a robar en nuestras casas o negocios. También están las de los coches, que hacen un sonido insoportable, por cierto.
Después están las alarmas meteorológicas. Esas que nos dicen que “durante los dos próximos días estaremos en alerta amarilla por lluvias o en alerta roja por ola de calor”. A veces, se cumplen y otras no, pero la misión vuelve a ser la de avisar. Alertarnos, en definitiva.
Otra alerta mucho menos agradable y, por desgracia, demasiado escuchada últimamente es la alerta antiterrorista. Se repite constantemente en las noticias de televisión o periódicos eso de “estamos en alerta 4 por ataque terrorista”. Personalmente, esta alarma sí desearía que desapareciera para siempre. Mucho más que la que suena en el móvil cada mañana. Ojalá dependiera de nosotros.
En uno u otro caso, la idea es similar: se nos avisa de algo. Se nos advierte de algún posible peligro. Este fue el verdadero origen de la palabra alarma.
Se dice que por el siglo XVI Italia fue escenario de guerra donde combatían franceses y españoles. Estos últimos en muchos momentos lucharon junto con los italianos, y ya sabemos que todo se pega. Parece ser que los soldados italianos gritaban “allarme” o “all’arme” cada vez que iban a ser atacados por el enemigo. Lo que estaban diciendo era “a las armas”. Era una especie de grito de guerra con el cual se avisaba de que debían estar preparados ante el peligro que venía. Los españoles lo adaptaron y lo fueron modificando con el paso de los años y los siglos hasta llegar a la actual palabra alarma que, como hemos visto, tiene muchas versiones. En el fondo, no es de extrañar que la palabra alarma tenga un origen bélico. Cuando suena la del despertador y lo que te espera es correr al tren y coger asiento, esa sí es una verdadera guerra diaria.

Silvia García

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