Viaja con Linda

Hace ya 3 meses de aquella despedida en el Chiringuito Ibiza de Castelldefels donde me despedí rápidamente de algunas personas que a lo largo de mis 27 años han significado algo para mí.

A aquellos que me preguntan les digo que estoy viviendo una mini jubilación por el mundo que consiste en viajar lento, como una local, jugar a rugby, analizar este deporte desde un punto de vista femenino y, sobre todo, ayudar al prójimo desde diferentes vertientes que mes a mes iré detallando en las líneas de esta sección.

Dicen que viajamos para huir de la rutina, canalizar nuestras ansias de libertad, ganar perspectiva, escaparnos del sistema, conocernos a nosotros mismos… Viajo porque algo me dice que no podría no estar viajando en este momento de mi vida.

Hace ya muchos años decidí convertir mis días en un viaje interminable, pero hace poco que di el paso. Cuesta decirle adiós a una ciudad como Castelldefels, con un clima excepcional y gente encantadora. Una ciudad segura, limpia y soñada por muchas personas. A veces, es necesario alejarse para valorar lo que uno tiene.
Cuesta decirle adiós a una rutina que te acomoda y te encanta, a una ciudad tan bella como Barcelona, y a una familia y amigos con los que construyes tu vida de lunes a domingo. Sin embargo, creo que me costaría más pensar dentro de unos años lo que pude y no hice, lo que soñé y no cumplí. Así que si tú también lo sueñas, ¡hazlo!

Mi adiós fue en julio, el lugar: Port Ginesta, el transporte: un velero que tras 21 horas de travesía llegaría hasta Menorca, donde conocí la más bella de las islas según la mayoría. Unos días más tarde llegué a Francia por tierra hasta llegar a Bélgica. Después de probar todas las cervezas que el tiempo nos permitió continué en autobús hasta Holanda.

Desde Amsterdam volé a Irlanda, donde inicié mi labor como voluntaria oficial del Mundial de Rugby Femenino. Después de 10 días en la Isla Esmeralda (por sus campos, no sus aguas), el país de la Guinness que dicen que alimenta, de los tréboles de cuatro hojas que no he visto, los Leprechaun que me pregunto si existen, de un San Patricio nacido en Escocia y de ver rugby de todos los colores, viajé rumbo a Irlanda del Norte donde intenté comprender el escenario de uno de los conflictos político-religiosos más importantes de esta época.
Un barco nuevamente me llevaría a Escocia, donde encontré una de las ciudades que más me han maravillado en el mundo: Edimburgo; y donde conocí los impresionantes highlands y me hice amiga del monstruo del Lago Ness.

Estas líneas las escribo desde Argentina y os prometo que más de veinte personas me han dicho que su sueño “es vivir en Barcelona”. Quizá en Barcelona digan que “echan de menos el asado, el mate, los amigos, el tango”. Siempre inconformistas, así somos.

Argentina, la antigua España, es tan similar pero tan diferente a la vez que su madre patria. Me recuerda a dos hermanas que se ayudan mutuamente, en la guerra civil española, en el corralito argentino (2001) con situaciones inversas pero consecuencias similares. Buenos Aires atrapa como nuestra capital, pero es fácil desengancharse cuando la inseguridad que sus ciudadanos advierten continuamente queda lejos de nuestras costumbres.
Sé que hay esperanza de que algún día la rabia e impotencia de ver una Argentina cara, insegura y deteriorada se convierta en la que algún día fue y que, por momentos, regresa al compartir un mate con los amables y hospitalarios argentinos, al perderse por sus barrios bohemios y llenos de historia, al sentir la magia del país que, a pesar de todo, no decepciona a nadie.

¡Nos vemos en la próxima parada: Chile!