La Purga

En 2013 se estrenó en los cines una película titulada “La purga”, protagonizada por Ethan Hawke. El argumento: en EEUU, en un escenario de futuro semi-apocalíptico, el Estado, el gobierno, permite a los ciudadanos que, durante una noche al año, puedan cometer delitos de sangre sin ser detenidos por ello. Delinquir no es delito durante esas horas, desde la medianoche hasta las ocho de la mañana. En la película se ve cómo el personal aprovecha esas horas de barra libre legal para depurar, para purgar lo que ellos creen que debe ser exterminado de su vecindario, de su calle, de su ciudad. Son unas horas de pasión desbordada de adrenalina, donde el instinto se impone a la razón y donde todos los ciudadanos ven la auténtica cara de sus vecinos, amigos y familiares.
Permítanme la comparación. En Catalunya hemos vivido nuestra particular noche de pasión desbordada pero durante meses, a cuenta del proceso político que hizo creer a dos millones de personas que la independencia era posible, sin que tuviéramos que pagar ningún peaje especial por ello. En el último trimestre del año 17, de forma especial, una parte de la clase política dirigente del país animó a la gente a creer en una revuelta que iba a desembocar en una independencia exprés, rápida, fácil, sin costes políticos, ni económicos ni sociales. La tozudez de los hechos, la implacabilidad de la realidad se impuso con el tiempo, y de la pasión desbordada da la impresión de que ahora hemos pasado a la gestión de la frustración colectiva.
En los instantes finales de “La purga”, los protagonistas ven cómo amanece el día y tras una noche de vértigo, de una montaña rusa de sensaciones arriesgadas y peligrosas, con los primeros rayos de sol, tienen que volver a vivir, a sabiendas de que acaban de pasar por unas experiencias que les han cambiado la vida para siempre. ¿Cómo puedes volver a confiar en un vecino, al que tú has visto unas horas antes, desplegando toda su visceralidad contra otras personas, llegando incluso a amenazarte a ti o a tu familia? La historia acaba dejándonos con la duda de si esa sociedad, aparentemente perfecta, puede volver a la normalidad cívica después de unas horas de anarquía e irracionalidad.
Veremos cómo evoluciona una sociedad dividida, con millones de personas frustradas por la no culminación de un proceso que iba a ser el proceso de sus vidas, y si volveremos a depositar nuestra confianza en un liderazgo político que pueda gestionar el presente y el futuro de la sociedad con garantías de cierta estabilidad y progreso.