“Mirando a Cuenca”

Sí, sí, amigos, es lo que estáis pensando.
Para comenzar el año toca un post un poco pícaro y picante. Para que luego digan que la historia es aburrida…

Voy a intentar ser muy sutil y elegante a la hora de explicar el significado de la expresión “Te voy a poner mirando pa’ Cuenca”. Digamos que se utiliza para decir que se tiene la intención de intimar, y bien, con alguien. Hoy en día no tiene otra connotación y lo único que se nos viene a la mente al decir la expresión (aparte de lo obvio) es la ciudad de Cuenca. Pobres conquenses, deben de estar un poco hartos de la frasecita.
En honor a esa bonita ciudad, situada en Castilla La Mancha, hay que decir que es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1996 gracias a sus famosas casas colgantes y su catedral. Pero lo que nos interesa a nosotros es saber de dónde salió esta expresión. Para ello debemos remontarnos a la Castilla del siglo XV. Al reinado de Juana de Castilla (Juana la Loca, vaya) y su marido Felipe el Hermoso.
La corte de dichos monarcas castellanos se situaba en la ciudad de Toledo y, entre los cortesanos que les acompañaban y aconsejaban, existía un gran número de conquenses. No sabemos si por la relativa cercanía de la ciudad o porque eran muy válidos en sus tareas. Entre estos conquenses en la corte destacaba el propio capellán de la reina, Diego Ramírez de Villaescusa. No sé si podemos contarlas como trabajadoras de la corte, pero lo cierto es que muchas de las amantes del rey también eran de pueblos limítrofes a Cuenca. Y es que no olvidemos que estamos hablando de Felipe el Hermoso y que todos sabemos la fama de mujeriego que tenía. Obviamente, a Juana no le hacían ninguna gracia las aventuras de su marido, y pese a que en aquella época los hombres lo tenían relativamente permitido por aquello de que eran “cosas de hombres”, Felipe se las debió de ingeniar para no ser descubierto. Imaginad las que le debía montar Juana cada vez que se enterara de que su marido se había ido con otra. De este modo, Felipe aprovechó la falta de interés que su esposa tenía por la ciencia para usarla en su favor. Se construyó un observatorio astronómico en una alta torre desde la que veía todas las principales ciudades del reino.
Este fue el lugar elegido para sus encuentros amorosos con otras damas. La excusa que ponía a su esposa al verle pasar en compañía femenina hacia la torre era decirle que iba a ponerla mirando para Cuenca. Se escudaba en subir a enseñarles su ciudad desde allí. Listo era, qué duda cabe. La ciudad se podía ver en el horizonte, eso era cierto.
Evidentemente, los guardias reales y media corte sabían perfectamente a qué subía el rey a la torre, y fueron éstos los que adoptaron la expresión usándola a modo de burla por todos los burdeles de Castilla. De esta manera, la expresión fue traspasando reinos y siglos y hasta hoy. Mirad si está de actualidad que he alucinado al enterarme de que existe una aplicación para móvil o tablet que te indica en todo momento y lugar hacia dónde está Cuenca. Qué guasa.
Pues bien, como monarca poco nos dejó el tal Felipe el Hermoso. De hecho, murió joven debido a una enfermedad de transmisión sexual (no podía ser de otra forma), pero gracias a sus devaneos amorosos nos dejó esta curiosa expresión.

Silvia García