“Un clásico es algo que
todo el mundo querría
haber leído y nadie quiere leer”.
Mark Twain
Tener un hijo adolescente en formación académica te da la oportunidad de descubrir algunos autores y autoras, pero también de releer a algunos clásicos.
A parte de la polémica sobre la obligatoriedad de determinadas lecturas en secundaria y post-obligatoria –porque, lo siento, pero me parece una paradoja obligar a la lectura para incentivarla, pero ese es otro tema que, “ya si eso”, intentaré analizar otro día-, es cierto que estoy sorprendida del jugo que se le puede sacar después de un tiempo, a libros como “Tirant lo Blanc” o “Novelas ejemplares”.
Pablo Hernández en un buen artículo en el magazín cultural Jot Down escribe muy acertadamente que “un clásico no es un libro definido por su tiempo, sino un libro que define a su tiempo (…). Al releer el pasado sucede que, en muchas ocasiones, estamos en realidad leyendo acerca del presente”. Y pánico es lo que he sentido al darme cuenta de qué poco han cambiado determinadas actitudes y comportamientos desde los siglos XV y XVII, porque Joanot Martorell escribió su novela entre 1460 y 1465, y Cervantes sus novelas cortas entre 1590 y 1612.
Leer que las relaciones “sexocuriosas” entre Carmesina y su doncella eran categorizadas por la misma protagonista como contranatura no sorprende, pero sí me siguen escandalizando los comentarios homófobos y lesbófobos de cualquier red social en Internet, que incluso puede llegar a utilizar el mismo término.
Tampoco me extraña que Cervantes introdujera una escena de violencia machista en una novela de tintes costumbristas como Rinconete y Cortadillo. Lo que quiero poner de relieve es la justificación de la amiga de la maltratada: “Porque quiero que sepas, hermana Cariharta, si no lo sabes, que a lo que se quiere bien se castiga; y cuando estos bellacones nos dan, y azotan y acocean, entonces nos adoran”. Un resumen del dicho actual “quien bien te quiere, te hará llorar”, en palabras de hace cuatrocientos años. El problema es que, cuatro siglos después, sigo leyendo y escuchando explicaciones a esta lacra social tan inadecuadas y censurables como las de la amiga de Cariharta.
Me gustaría que las mujeres y los hombres de un futuro no muy lejano, leyeran y releyeran a estos clásicos y se asombraran de verdad por determinadas actitudes o conductas que se permitían hace un puñado de siglos, como la violencia de género y el odio por determinadas orientaciones sexuales.