Autómatas medievales

Acabo de leer un libro muy interesante de Jesús Callejo (León, 1959) titulado Misterios de la Edad Media y he encontrado en él una cosa que me ha parecido curiosa, por lo que paso a explicarla. Gerberto d’Aurillac nació en Auvernia (Francia) entre el año 920 y el 945 y murió en Roma en el año 1003. Fue el trigésimo noveno Papa de la Iglesia Católica con el nombre de Silvestre II. Empezó como monje benedictino, a los veinte años se escapó del convento y fue a la corte del conde de Barcelona Borrell II y estudió según unas fuentes en el Monasterio de Santa María de Ripoll y según Callejo en la Escuela de Vic. También pasó por Toledo y Córdoba para estudiar nigromancia, es decir, artes mágicas. En Córdoba parece ser que consiguió hacerse (o robar) un manuscrito que pretendía explicar los secretos del mundo a través de los números. También se le atribuye un supuesto viaje a la India donde adquirió conocimientos esotéricos.
Tiene una vida apasionante que podéis leer entera en la Wikipedia, pero voy a centrarme en su famosa “cabeza parlante”. Gracias a la protección del emperador Otón III, fue arzobispo en Reims y Rávena y, por fin, Papa. Se dice que construyó una cabeza de bronce que respondía “sí” y “no” a las preguntas que se le hacían sobre política y podía vaticinar el futuro de los que la interrogaban. La máquina utilizaría un sistema de cálculo binario que aprendió Silvestre de los árabes. Cuando murió en el 1003, unos dicen que se destruyó la cabeza y otros que le enterraron con ella y que dos siglos más tarde fue a parar a manos del alquimista y astrólogo Roger Bacon.
San Alberto Magno (Baviera 1193/1206-Colonia 1280) fue un obispo, teólogo, filósofo, geógrafo, químico, etc. nombrado Doctor de la Iglesia en 1931 por el Papa Pío XI. En la Universidad de París tradujo y comentó la obra de Aristóteles. Descubrió el arsénico en 1250 y demostró que la tierra era esférica.
Se dice que trabajó treinta años de su vida para construir un autómata que podía caminar, abrir la puerta del monasterio y realizar varias tareas domésticas. Estaba construido de hierro, cristal y cuero y podía hablar. Usaba también el sistema binario derivado del ábaco que habían puesto en práctica con anterioridad Los Templarios. A la muerte de San Alberto, su discípulo Santo Tomás de Aquino lo destruyó a golpes alegando que era una “cosa diabólica” y que su “parloteo” no le dejaba trabajar a gusto.

De todos modos los primeros autómatas datan de la prehistoria, ya que se hacían estatuas de dioses y los sacerdotes del templo les hacían sacar fuego por los ojos y mover los brazos mecánicamente para infundir temor y respeto a los visitantes. El primer libro que trata de los robots es el de Herón de Alejandría (10-70 d.C.) y explica sus mecanismos basados en Arquímedes y Philon. Algunos imitaban movimientos de animales a través del movimiento del agua en su interior, y realizó un teatro de marionetas móviles que representaba la guerra de Troya.