(A propósito del último montaje de laperla29 en Atrium)
El sábado 10 de marzo asistimos un grupo de amigos a Atrium de Viladecans para ver el montaje de laperla29 sobre Bodas de Sangre, de Federico García Lorca. Con una puesta de escena novedosa, la compañía introduce la música como elemento importante del drama, el cual está concebido en este montaje como un largo poema. Recordé que dicha obra tiene un origen real, que voy a intentar contaros sucintamente:
La tarde del 11 de marzo de 1928 fue la última que Francisca Cañada se sentó para bordar bajo la palmera que había enfrente de la capilla del Cortijo del Fraile, como había hecho desde joven.
Atrás había dejado una existencia de ostracismo, cuando había decido huir, vestida de novia, con su primo Francisco del que estaba enamorada, la misma madrugada de su boda con Casimiro.
Durante la huída, se encontraron por el camino con el hermano del que iba a ser su marido, que iba a la celebración con sus hijos y su esposa, hermana a la vez de Francisca. En la discusión, su cuñado, dispara a Francisco y lo mata. La novia, para no perjudicar a sus sobrinos, niños de corta edad, oculta el hecho y miente sobre la autoría del crimen. La tragedia ocurrió la madrugada del 22 de julio de 1928, había comenzado la noche anterior el ciclo de luna nueva, como una premonición de la muerte que estaba por llegar. “Las veleidades de una mujer, provocan el desarrollo de una sangrienta tragedia que cuesta la vida a un hombre”, publicó La Voz de Almería el 30 de julio en su portada con grandes caracteres. Esas “veleidades” causaron, además de la muerte de su pretendido amante, que la vergüenza cayera sobre su familia para siempre y despertara el odio eterno en la sociedad y en Casimiro, el que iba a ser su esposo, que marchó a San José y rehizo su vida casándose con otra mujer con la que tuvo varios hijos que viven actualmente en Almería.
En la Residencia de Estudiantes, en el lejano Madrid, un joven poeta lee la noticia el 23 de julio en el ABC y le impresiona profundamente; dos años más tarde compuso “Bodas de Sangre”. Pero Federico nunca llegó a conocer a Francisca y crea al personaje de la novia sin nombre, como símbolo de la universalidad. En su obra aparece como una heroína hermosa que enarbola la bandera de la libertad y decide luchar por su felicidad con Leonardo, símbolo de una relación integral que como seres humanos tienen derecho. La novia intenta la búsqueda de esa felicidad, aún sabiendo la extrema dificultad de lograrla y que tras la muerte de su amado –él sí que tiene nombre e intenta darle también sentido a su existencia– siempre defenderá su huida como un acto heroico, símbolo de rebeldía en una sociedad asfixiante que no les ha permitido otra salida. Regresará con la cabeza alta por su sacrificio y lanza el mensaje de que ya nunca más querrá reintegrarse en esa sociedad.
Francisca Cañada, Paca La Coja, apodo por el que era conocida debido a una lesión que la había ocasionado una de las palizas de su padre cuando era niña, jamás pretendió ser una heroína, no era hermosa y nunca enarboló ninguna bandera, solo, a su pesar, la del ejemplo de su propia desgracia. Francisca permanecerá siempre estigmatizada por ser mujer y desafiar, sin pretenderlo, las estructuras de una sociedad que la oprimió hasta después de su muerte. Afectada por demencia senil, unas sobrinas se la llevaron, tal como indiqué en la primera línea de este escrito, a Níjar, en donde murió el 10 de julio de 1987 a la edad de 79 años, cuando ocurrieron los sucesos que marcarían su vida tenía 20 años. Fue enterrada en el cementerio de la ciudad, pero no encontraréis su tumba, ya que unas manos anónimas y despiadadas han cambiado lápidas y su partida de defunción ha desaparecido. Nadie en el pueblo os dará razón. Paca La Coja sólo está en el recuerdo de algunos de nosotros y nunca tuvo un poeta como Federico que la glosara.
He vuelto muchas veces a la soledad del cortijo, en estado de total ruina por la desidia y el vandalismo. Allí solo quedan recuerdos y mucha tristeza. Ha desaparecido su habitación, han desaparecido, también, las escaleras por donde bajó para huir con su primo, el hogar donde se calentaba en los inviernos, porque también hace frío en Cabo de Gata.
No sé si volveré nunca más por el cortijo, siempre que voy juro que será la última. Recuerdo que la primera vez que fui, sería sobre 1990, entré en el patio, donde ya solo había paredes ruinosas y maleza.
– Sólo escombros / y un tiempo que se pudre / y se hace dulzón / y se hace mármol negro.-
La soledad, la Serreta de Níjar y al fondo Sierra Nevada, eran testigos de mi desolación. Con mi propio aislamiento y ensimismado en mis pensamientos, de pronto sentí ese ruido tan especial que hacen las gallinas al querer volar, ellas que hace miles de años perdieron esa facultad. Eran cientos las que yo sentí aletear aquella tarde durante un tiempo que no sabría determinar. Marché atemorizado y juré no volver nunca más.
Hoy 21 de marzo, estoy en el cortijo de nuevo, es equinoccio de primavera, pero en este secarral apenas se nota la vida que renueva. Al llegar, me he situado como siempre, junto a la puerta por donde ella solía salir. Entonces he comprobado con infinita tristeza que la palmera donde tantas tardes se sentara a bordar, ha sido atacada por esa metáfora de la muerte llamada picudo. Sus ramas resecas han caído a la tierra y solo queda un tronco carcomido que posiblemente caerá con los primeros vendavales del próximo invierno.