Aprendiendo

A todos nos parece lógico que un abogado o un médico se siga formando durante toda la vida. Imaginemos un abogado que sólo conociera las leyes que estudió cuando hizo la carrera, sin duda, nadie se fiaría de su trabajo. O en un caso más conmovedor que puede afectar a nuestra salud: un médico anclado en el pasado que no aplique técnicas basadas en investigaciones recientes. Obviamente, evitaríamos ponernos en sus manos. El homo economicus no puede vivir sin actualizarse constantemente.

El mundo está cambiando a cada momento. Aquello que conocemos hoy, no se parece a lo de ayer y no será lo mismo mañana. Y aunque esta dinámica ha existido siempre, últimamente hemos sufrido una aceleración porque los ciclos de innovación se han acortado y globalizado tanto que existen novedades en todos los sectores casi diariamente. Es muy difícil encontrar una actividad económica que no sufra una transformación. El profesional más peligroso es aquel que lo sabe todo y cree estar en posesión de la verdad, porque posiblemente esa inconsciencia le lleve a cometer equivocaciones o, en el mejor de los casos, a no aplicar las últimas novedades porque sencillamente las desconoce.

Una imagen reveladora. Preguntamos a un grupo de personas si están de acuerdo que hay que formarse permanentemente, la gran mayoría concordará. Pero si preguntamos si realmente lo están haciendo o han estudiado recientemente, la mayoría dirá que no. Aflorarán excusas como no tener tiempo, familia, edad, inversión… Por lo tanto, estamos ante una paradoja clásica; sabemos que es bueno pero no lo hacemos. En realidad, es una cuestión de hábitos y prioridades. Existen profesionales que tienen incorporado en sus rutinas hacer un curso cada año, ir a una conferencia cada seis meses o hacer un curso on line gratuito. En los países anglosajones se valora lo conocido comoLong Life Learning (aprendizaje a lo largo de la vida) y en las entrevistas de trabajo aprecian mucho más los últimos cursos realizados que los primeros, porque suponen estarán un poco desactualizados.

En realidad, el aprendizaje es un proceso activo que depende de cómo cada uno lo afronte. Es incuestionable que el único protagonista es la propia persona y ésta sólo aprenderá realizando un esfuerzo. Seamos sinceros: cuál fue el último curso, charla, conferencia, taller que asististe… Y no me refiero sólo a formación reglada, sino más bien a una formación especialista de todo tipo que escogemos derivada de una necesidad que tenemos. La motivación que puede llegar a generar aprender algo nuevo, como puede ser a utilizar una nueva tecnología, es adictiva. Como decía Anthony D’Angelo: “Desarrolla una pasión por el aprendizaje. Si lo haces, nunca dejarás de crecer”.

En breve, llega septiembre que es el mes de matrículas por excelencia. Lánzate y atrévete a estudiar aquello que siempre quisiste. Así conservarás viva la curiosidad por aprender y, sobre todo, mantendrás también la curiosidad por vivir.