Duelos

“La muerte no existe,
la gente solo muere
cuando la olvidan;
si puedes recordarme,
siempre estaré contigo”
“Eva Luna” de Isabel Allende

No es porque estos días ya comienza otoño y parece que es una época de más recogimiento e introspección, sino porque a veces, bruscamente, te suceden un conjunto de realidades que te provocan cuestionamientos vitales. Perder a un ser querido sea persona o animal, esté cerca o lejos, o incluso aunque no la hubiéramos llegado a conocer personalmente, te remueve emociones y sentimientos inevitables y totalmente individuales.
El detonante fue leer la noticia en Facebook sobre la muerte de Adolfo Juncosa y rápidamente me sobrevino el pensamiento de negación, un recurso que nuestro cerebro nos facilita para amortiguar el golpe. Pero a medida que iba leyendo y buscando otros comentarios de diferentes personas, fui recordando que lo conocí cuando impartía cursos de introducción al nuevo voluntariado de Cruz Roja. Siempre me fascinó su capacidad por mantenerse al día en las tecnologías y lo batallador y buen discutidor que era. Echaré de menos no encontrármelo por las calles de Castelldefels y comentar la actualidad, o no coincidir en algún acto social que se organice desde cualquier organización de la ciudad.
Unos días después, mi hermana que es etóloga –psicóloga de animales, para entendernos- me propone que la ayude a impartir una sesión para que las y los dueños de perros tengan estrategias para afrontar y superar la muerte de su fiel compañero, porque a menudo le llaman clientes con problemas para sobrellevarlo.
Así que llevo unos días enzarzada con la muerte y el duelo. Recordando experiencias propias, de pacientes y de personas de mi entorno. También buscando información sobre profesionales expertas en el tema y recuperando de mi biblioteca personal el libro de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross y su teoría de las cinco fases del duelo.
Recuerdo lo afectada que quedó una buena amiga mía después de la muerte del periodista y divulgador Carles Capdevila. A ella le pareció tan extraño el desasosiego que le sobrevino durante unos días a pesar de no conocerlo personalmente, que al final me llamó para comentármelo. También me viene a la memoria una paciente viuda con un inicio de duelo patológico, que comenzó a mejorar y a dormir mejor al concederle permiso para que le diera las buenas noches a su marido difunto.

En fin, sigo investigando y también recopilando citas que siempre ayudan en las presentaciones… como la irónica de Marcel Duchamp: “Siempre son los demás los que se mueren”.