Los últimos descubrimientos en neurociencia han desvelado que para que el cerebro aprenda, necesita emocionarse. Cada vez queda más de manifiesto que una persona, como receptor pasivo en una clase magistral tradicional, tiene una actividad cerebral casi nula, la misma actividad que la del mismo sujeto viendo la televisión, esto es lo que ha demostrado un estudio del MIT (Massachussets Institute Techonology).
El MIT ha encontrado alta actividad cerebral respecto al aprendizaje cuando la persona siente emociones. La conclusión es que el cerebro necesita emocionarse para aprender. Para adquirir la información nueva, el cerebro usa su hemisferio derecho, más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes que con la actividad verbal.
Ello quiere decir que la charla no funciona y si lo hacen los gestos faciales, corporales y el contexto en el que se produce el aprendizaje. Este salto cuántico se ha producido desde que existe la posibilidad de medir la actividad cerebral. Hasta hace poco, solo podíamos valorar la actividad cerebral en función del comportamiento de sujeto, y es relativamente novedoso la posibilidad de medir la actividad cerebral a través de los instrumentos de neuroimagen. Hay una nueva ciencia que se está configurando a raíz de todos estos descubrimientos, la neurodidáctica.
La neurodidáctica propone un cambio en la metodología de enseñanza, para sustituir las clases magistrales por soportes visuales y el trabajo colaborativo. Trabajar en colaboración con otras personas aumenta el rendimiento cerebral, debido a que el cerebro es un órgano social y precisa de sociabilizacion para aprender más y mejor.
Los nuevos métodos de aprendizaje promueven la adquisición de la información desde otro punto de vista, primero desarrollan la motivación, luego la atención y por último la memoria. El nuevo modelo pedagógico basado en la neuroimagen, considera que no funciona un estudiante como receptor pasivo y precisa de una actitud activa y sensorial para incorporar la información.
Además queda ya de manifiesto que las emociones negativas como la tristeza o el enfado suponen un obstáculo para el aprendizaje y las emociones positivas como la alegría, la relajación y el afecto contribuyen a crear las condiciones idóneas para la adquisición de la información.
El aprendizaje debe acompañarse de emoción, a cualquier edad para que sea exitoso y es por ello por lo que aprenderemos mejor si asociamos la información con emociones positivas potentes. Cuando quieres aprender un número de teléfono, es muchísimo más fácil si asociamos los momentos compartidos con esa persona o las emociones que hemos experimentado junto a ella, que si se realiza ese aprendizaje en un momento que tenemos un estado de ánimo neutro.
Es imprescindible tener en cuenta cómo nos afectan las emociones en nuestra vida diaria, y específicamente a la hora de aprender conocimientos, para así utilizarlas en nuestro beneficio.