Tiempo

A pesar de lo que se pueda llegar a pensar, la principal preocupación del homo economicus no es el dinero, ni la falta de éste, ni cómo administrarlo e, incluso, ni cómo conseguir más. Su primera inquietud es cómo sacar el mayor partido al tiempo que tiene.
El tiempo es el recurso más preciado con unas peculiaridades que lo hacen único. Para empezar, todos tenemos la misma cantidad de tiempo. Le podemos dar diferentes usos, algunos sienten que lo exprimen sacándole el máximo partido y, en cambio, otros lo dejan pasar sin más. Ahora bien, el tiempo es un bien que no tiene forma de ahorrarse, simplemente pasa, no retrocede, ni se puede almacenar y, además, es imposible de recuperar. El tiempo es un recurso igualitario pero escaso. Todo es cuestión de percepción. Curiosamente, pasa igual para todos, pero depende de lo que hagamos lo percibimos rápido y efímero, y en cambio otras veces los percibimos lento y pausado. En ciertos momentos querríamos pararlo para que nos permitiera disfrutar eternamente de un instante pero no podemos. A pesar de nuestra percepción subjetiva, el tiempo funciona con sus propias leyes que son inquebrantables.
Ante el paso fugaz del tiempo, sólo existe una solución: ser muy consciente que es un recurso imperceptible y, en consecuencia, aprender a valorarlo en cada momento para evitar malgastarlo. Hemos de planificar nuestras actividades teniéndolo siempre en cuenta, porque, sencillamente, se acabará. Nuestra motivación, entusiasmo, hábitos de planificación, organización y orientación al logro nos ayudará a aprovecharlo. Como decía Benjamín Franklin: “El tiempo perdido no se recupera nunca y cuando decimos que tenemos tiempo de sobra, descubrimos siempre que nos falta tiempo”. Además, aunque creas que estás en un momento estable y lo tienes todo controlado, el paso del tiempo hará que algo cambie y, por lo tanto, tendrás que moverte. Con el paso del tiempo nada permanece igual, el tiempo es el mayor innovador.
El tiempo es el patrimonio más preciado que tenemos. Sin duda, es mucho más transcendental que el dinero. En cambio, lo cuidamos menos pensando que siempre lo tendremos. Nuestro homo economicus lo ha de apreciar, valorar y está siempre pensando en cómo optimizarlo para conseguir sus objetivos.