Cuando escribo estas líneas llevamos ya 16 días confinados en nuestras casas. El primer día de encierro que salí con el perro y escuché desde un balcón el “Resistiré” del Dúo Dinámico me pareció estar rodando una película de cine, pero cuando ya me ha pasado más veces ha perdido el encanto y ha desaparecido la sensación de sentirme actor en un filme surrealista.
Cuando he salido por la noche con “Logan” por el campo de fútbol de Els Canyars los primeros días también me recordaban la Nochebuena o la Nochevieja, ya que son días en que la gente permanece reunida en sus casas para esas celebraciones, pero como me pasó con el “Resistiré” en días posteriores mi cerebro se iba adaptando y esas ideas un tanto nostálgicas dieron paso a la dura realidad.
Sentir mis propios pasos ante el silencio circundante era algo que no me sucedía desde los tiempos en que cuando era niño paseaba por el pueblo de mis padres, Sahagún, ya que cuando bajaba por la mañana a la relojería de mi tío Fermín mis zapatos producían eco al pasar bajo los soportales desiertos.
Otra particularidad del silencio producido por la falta de gente y de tráfico es que desde la Plaza Colón ahora se puede oír el ruido del tren, cosa que antes era muy difícil.
Es hermoso ver salir a la gente con puntualidad británica a las ocho de la tarde para aplaudir a nuestros sanitarios y a tanta otra gente que nos permite seguir más o menos viviendo: fuerzas de seguridad, transportistas, empleados/as de los supermercados y un largo etcétera que no tengo espacio para enumerar. También es curioso ver a los vecinos hablando entre sí en los balcones cuando, seguramente, hasta el momento apenas se habían saludado y hablado un poco del tiempo en el ascensor.
Todo esto que nos está pasando es algo nuevo y tenemos que afrontarlo como mejor podamos. El ser humano siempre ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias, esperemos que en esta ocasión también y que cuando todo esto acabe saquemos alguna lección que nos sirva para el futuro.
Nuestro “querido” planeta (muchas veces parece que le odiamos) estaría aplaudiendo si tuviera manos. Gracias a este parón forzoso le vamos a dar un respiro reduciendo las emisiones a nuestra maltratada atmósfera. Todo lo perdonamos y damos por bueno en aras del progreso, esperemos que esto nos haga reflexionar a todos y a todas, no solo a los políticos.
Ya apunta en Castelldefels la primavera y empiezan a brotar los árboles y las flores. Que este resurgir de la naturaleza sea la señal y el símbolo de que vamos a poder con esto a pesar de todo. A pesar de tanto llanto y tanta soledad debemos resurgir como un ave Fénix de las cenizas y de la tristeza, pero siendo mejores personas para este futuro lleno de luz y de renovada alegría que seguro llegará.